Muito se tem falado nestes ultimos dias da cornada/colhida que sofreu José Tomás em Aguascalientes, México, no passado sábado. Agora que são passados alguns dias e JT está a evoluir favorávelmente, eis que qui vos deixo, para além de alguns filmes da colhida e de como são diferentes os toureiros do comum dos mortais, alguns artigos que penso serem importantes para se perceber o fenómeno José Tomás. Amado ou odiado mas respeitado pela sua profissão tem, naturalmente, como artista,de estar sujeito a criticas.
Artículo de "Baquerito". Revender o reventar a José Tomás
El torero de Galapagar enfila el final de su accidentada temporada de veinte corridas. Valladolid, Salamanca, Murcia y Barcelona. “No hay billetes” en las cuatro plazas.
Se supo el martes que la tarde de vísperas la policía había detenido a dos gitanos, padre e hijo, que a las puertas de la plaza de toros ofrecían en Valladolid entradas de reventa para la sexta corrida del abono: Manolo Sánchez, José Tomás y Miguel Ángel Perera. Toros de Moisés Fraile. Fueron confiscadas ocho entradas de sombra, informó Radio 5 en su informativo local de las 9:45. Delante de las taquillas y del museo taurino de Valladolid hay instalada una pequeña legión de revendedores ocasionales desde el domingo. Como los detenidos del lunes. No abunda de momento la clientela. No se ve a nadie ni amagar.
La leyenda José Tomás, cada vez más ajena al toreo y más próxima al marketing del rock de masas, se nutre en parte no menor de la carnaza de la reventa. El torero sigue sin aparecer por entrevista alguna. Como si fuera invisible. Inaccesible. Las imágenes de YouTube difundidas en Internet, de faenas parceladas, no han resultado precisamente favorables. En cambio, las de su rostro y su vestido ensangrentados o desgarrados y las de su cuerpo apaleado tras cualquiera de las cornadas o volteretas sufridas a lo largo del curso han sido difundidas y calculadamente multiplicadas como carnaza primera. Menú de buitres.
En Valladolid no hay morbo de sangre, se trata de una feria plácida y se espera el gran tirón de taquilla para el jueves día 11. Es el día de José Tomás. El pronóstico del tiempo está en el aire. Se da por descontado que la corrida se celebrará aunque llueva. Por los aledaños de la plaza de toros no se detecta la presencia de la reventa profesional. Esa especie de reventa oficial o conocida, y con clientela fija, que es parte inseparable del negocio taurino. En Madrid y en Sevilla, fundamentalmente.
La reaparición de José Tomás en junio de 2007 y su nueva salida para hacer temporada este año han trastornado ligeramente el sentido clásico de la reventa. Las empresas que contratan a José Tomás y la gente de José Tomás se encargan de difundir la noticia de que las entradas para ver al torero se han agotado el mismo día de ponerse a la venta. Televisiones o radios que ningunean o secuestran la información taurina recogen la gran noticia. Hay periódicos que la llevan a primera o última página.
Se aporta como fehaciente una primera prueba del suceso: en las taquillas se deja de pronto de vender localidades y se cuelga el cartel de “No hay billetes para el día 11”. O el 14 ó el 16 o cuando toque. Luego, una segunda prueba todavía más concluyente: el número de abonados, según datos aportados por la empresa, ha crecido al incluirse la corrida de José Tomás dentro del abono. El alcalde de Santander se descolgó diciendo que el abono de la feria se había incrementado en más de un 30 por ciento sólo por el anuncio de José Tomás.
Un abono es una serie de corridas que se venden en paquete. La venta del abono es preferente sobre la de corridas sueltas. Sólo se pone en taquilla lo que han dejado libre los abonados nuevos o antiguos. Hay quien calcula que comprar un abono entero acaba saliendo más rentables que tener que adquirir en reventa la entrada del día de José Tomás, que por norma sólo torea una tarde de abono. Y si no es dentro de abono, no torea. Dentro de un abono es exactamente igual el precio de la corrida de José Tomás que el de una corrida con toreros de segunda fila. No procede citar nombres. José Tomás podía haber optado por torear fuera de los abonos y las feria. Ha preferido no hacer la prueba. Tal vez el año que viene.
Salvo las dos corridas de junio en las Ventas, donde José Tomás fue contratado tras sutil imposición del gobierno de la Comunidad de Madrid, el resto del calendario del torero de Galapagar en 2008 ha estado incluido dentro de abonos clásicos o improvisados. Los clásicos: Castellón, Valencia, Santander, El Puerto, Málaga, Almería, Linares, Valladolid, Salamanca y Murcia. Clásicos son también los abonos donde José Tomás, anunciado y vendido, no pudo torear por estar herido: Nimes, Alicante, Badajoz, Algeciras, Gijón y San Sebastián. Los improvisados: el de Pascua en Málaga y dos de Barcelona, uno en abril y otro en septiembre. En los casos de Barcelona y Málaga, la improvisación ha consistido en anunciar la corrida de José Tomás junto a una o dos más de compra preceptiva. Porque, si no, perdía la empresa dinero o no cubría ni gastos.
Esos abonos improvisados y simbióticos han alentado la teoría no del todo rigurosa de que José Tomás ha sido un maná para el negocio del toreo. Fuera del abono, resulta indispensable entrar en territorio de la reventa y hay quien echa cuentas y descubre que es más rentable comprar siete corridas de una tacada que una sola. Esa corrida suelta es la única que de verdad importa comprar. Internet empezó a generar el año pasado una variante de reventa sin antecedentes conocidos. Un comprador de lance y ocasional, con cuatro billetes de José Tomás en la mano, ofrece la venta de bolígrafos a precios astronómicos pero con la compensación de dos entradas de regalo. La fórmula del bolígrafo parece agotada. La reventa profesional ha debido de reaccionar convenientemente. Bien comprando bolígrafos, bien regalándolos. No se sabe. El único dato cierto es que en Salamanca, donde José Tomás torea el día 16, se han abonado este año cuatrocientas personas más. O que en San Sebastián se devolvieron la tarde en que fue baja José Tomás dos mil entradas de las del abono. Las cifras se acumulan en el perfil del fenómeno como si pretendieran cuantificarlo
Finalmente, Zabala nos dio la razón: “Sin Sevilla, Madrid y Bilbao no hay figura que valga”
Emulando a tantos otros, el crítico taurino de ABC llevaba más de dos años con lo del “dios de piedra” y tratando al torero de Galapagar de máximo figurón del toreo estuviera como estuviese, fuera en la plaza que fuese y sin apenas importarle con qué toros venía actuando en la mayoría de sus escasas apariciones. Pero las grandes polémicas desatadas con la devolución de la Medalla de las Bellas Artes y tras su exclusión de la próxima feria de San Isidro han salido al revés de lo que pretendían. Como El Mundo, El País, La Razón y no pocos especialistas de prestigio han tomado postura contraria a la penúltima estrategia del tomasismo, el señor Zabala de la Serna acaba de complacernos con una columna titulada “José Tomás se equivoca” en la que, entre otras cosas referentes al serial isidril que nos aguarda, termina reconociendo que “…sin Sevilla, Madrid y Bilbao, no hay figura que valga. Para José Tomás, la Fiesta no se puede reducir a 420.000 euros.” Ovación y vuelta al ruedo, don Vicente. Por fin nos ha dado la razón.
Eso, exactamente eso es lo que venimos diciendo una y otra vez sobre José Tomás desde que reapareció y más este tercer año con el inacabable paripé que ha protagonizado su maquiavélico apoderado al intentar contratarle para Sevilla y Bilbao antes de pedir lo que han pedido para volver a Las Ventas. Se conoce que el de Galapagar y su mentor se habían creído a pie juntillas todas las mentiras y ensoñaciones que tanto han prodigado por encargo o espontáneamente varios de los que ahora le vuelven la espalda.
A Tomás y a Boix se les había hecho la boca de fraile en esta reaparición que, a la postre, tiene toda la pinta de haberla decidido y programado única y exclusivamente para forrarse sin necesidad dar la cara en las plazas más importantes - salvo el año pasado en Madrid cual inexcusable y necesario señuelo - como hubiera correspondido a la estratosférica categoría que se habían marcado como meta. Dos comparecencias triunfales en Las Ventas que, por cierto, terminaron en costosa tragedia para la integridad física y mental del torero a quien, por lo visto, pretenden explotar hasta el no va más de la cotización, sin que cuanto han dicho o escrito unos y han creído otros corresponda a lo que siempre se entendió como ejercer de gran figura del toreo.
Desde que tengo uso de razón taurina, nunca vi nada parecido y por eso vengo luchando contra esta sin razón al considerar la manifiesta injusticia que suponía, en detrimento de los verdaderos grandes del toreo que, tanto antes como ahora, han tenido un comportamiento profesional en casi nada parecido al del no tan desprendido fenómeno por mucha y buscada publicidad que haya generado su previo anuncio de matar gratis seis toros en “su” incondicional Barcelona y dos en Toledo para luego subirse hasta los cielos de la cobranza en las demás plazas.
He tenido la suerte de vivir muy cerca las carreras de casi todas las grandes figuras que he conocido a lo largo de mi vida. He visto las últimas temporadas de Luis Miguel Dominguín, no digamos las de Antonio Ordóñez quien solía matar cada temporada corridas de las ganaderías míticas en las plazas más serias de España; las de Paco Camino, Diego Puerta y El Viti quienes asimismo llevaron a cabo muchas gestas y nunca rehuyeron escenarios comprometidos mientras permanecieron en activo; después las de Paquirri, reconocido ejemplo para toda la profesión por su entera dedicación y absoluta entrega; de varios de sus más ilustre coetáneos como Dámaso González, José María Manzanares y El Niño de Capea, lo mismo que los anteriores; las de Espartaco durante sus siete temporadas al frente de la primera fila; y, a Dios gracias, asistimos todavía a la época más duradera y brillante de la historia del toreo, la del impar Enrique Ponce, como a los últimos diez años compartidos junto a El Juli y ambos en la cumbre. ¿Qué tienen que ver las carreras de todos ellos con la de José Tomás? Y por poner un último ejemplo, ¿imagina alguien al de Galapagar en Bilbao frente a un toro de Miura con 701 kilos como en su día hizo Paco Camino, su engañado colega en la devolución de las medallas? No, ¿verdad?
Reconozco que lo más fácil hubiera sido plegarse a las premisas del tomasismo a ultranza como han hecho tantos colegas. Ajustarnos cual guante a todo lo que el de Galapagar hiciera – bueno, malo o regular – e intentar elevarlo a verdad absoluta cuando no a dogma de fe a sabiendas de que, su sola puesta en duda, nos acarrearía la inmediata descalificación, el desprecio e incluso el insulto personal. Pero aún habiendo sido ya víctima de ello, hemos preferido no traicionar a nuestras convicciones.
Muchos otros toreros han hecho cosas tan excepcionales y han llevado tanto o más público a las taquillas durante un determinado tiempo que el diestro de Galapagar y no por ello ha pretendido nadie y menos los propios interesados alzarse por encima todo el mundo por la sencilla razón de que una cosa es sobresalir como intérprete más o menos arriesgado o incluso revolucionario, cómo fueron Litri padre y Paco Ojeda salvando las distancias, y otra ser capaz de profesionalizarlo y practicarlo en todos los escenarios del mundo durante más de diez años seguidos, frente a toda clase de toros y en competencia con todos y cada uno de los rivales que les fueran surgiendo. Y no a “distancia” y según “otro tipo de competencia”, como afirman y hasta jalean en su boletín oficial.
Repitamos, pues, lo que ya hemos escrito sobre la trayectoria profesional de José Tomás para que vuelva a quedar constancia de sus hechos. ¿Cómo se puede decir que es “otro tipo de competencia” el más reciente suyo sin pisar una sola plaza importante del primer circuito y sin un solo gesto en ninguno de estos ruedos?
¿Pero qué digo gestos? Ni ahora, ni nunca. En quince años de alternativa – nueve en activo - no se ha puesto delante de un toro de su pariente Victorino ni de nada que se lo parezca y, cuando lo hizo con los toros de Adolfo en Madrid, se negó a matar uno de los dos después de haber cambiado entera la corrida originalmente elegida por el ganadero. La feria del Pilar de Zaragoza no la pisa desde 1997. La de Bilbao, desde 1998 cuando huyó de un enfrentamiento con Enrique Ponce ante un corridón de Atanasio Fernández esgrimiendo una lesión que no padecía tras intentar que los médicos alteraran un parte facultativo. La de Pamplona, desde 1999 tras huir de otro enfrentamiento con Ponce ante otra imponente corrida de Capea. En estos quince años, solamente ha ido a tres ferias de Sevilla. Y, ¿cuántas a Logroño?, la única plaza de segunda en la que sale el toro serio.
En fin. Que lamentaríamos que esta locura tomasista quedara para la posteridad solo gracias a las más recientes y por él mismo buscadas fotografías que han dado la vuelta al mundo, en las que apareció con el rostro ensangrentado y con el vestido de luces destrozado y manchado cual minero rescatado de un terrible hundimiento. Preferiríamos verle como en sus primeros años, guerreando sereno y limpio al lado de sus más importantes compañeros y en todas las ferias importantes. Desgraciadamente, hasta muchos de sus más fervientes partidarios están viendo que va a ser imposible.
Esto es lo que hubo en Barcelona
Aun no he leído nada, pero tengo la seguridad de que la prensa adicta a José Tomás va a decir que lo de ayer en Barcelona fue un acontecimiento de colosales proporciones. Lo nunca visto en la historia del toreo... Pero no fue así. La tarde se desarrolló en unos términos mucho más tristes y más mediocres. Y alguien ha de decirlo. Yo me dispongo a ello.
1.- El público.- El público de ayer en Barcelona no tenía que ver nada con la afición tradicional de las corridas de toros. Era un público propio de campo de fútbol o, mejor, un público fan de un artista musical. Público entregado de antemano, sin fundamento crítico, que simplemente iba a ver triunfar a su ídolo pasase lo que pasase. Producía sonrojo ver a esos señores de Madrid que tan duros e intransigentes se muestran en las Ventas. Lo aplaudían todo, también lo malo, y pedían orejas sin motivo. Un auténtico jubileo en el que no faltaron todos los snobs cursis que siguen al torero, ni toda esa multitud de famosillos que pretenden estar siempre donde puedan ser vistos y hacerse notar. Los buenos aficionados se perdían en un mar de fans histéricos.
2.- Los toros.- Las reses estaban muy bien escogidas: limpias de pitones, de buena presentación y de perfectas hechuras. Y dado que pertenecían a ganaderías en excelente momento, los toros salieron muy buenos: dos extraordinarios y otros dos de buen juego. Materia prima, pues, para que la tarde hubiera sido un auténtico acontecimiento... Pero no hubo tal.
3.- El matador.- Poca cosa de José Tomás en el toreo a la verónica. Muy pocas verónicas limpias y muchas enganchadas. Estuvo mucho mejor en el toreo de capa accesorio: un buen quite por caleserinas, otro muy bueno por chicuelinas, y bonitos remates lo largo de la tarde. También en el toreo de muleta José Tomás estuvo mucho mejor en los muletazos accidentales que en el toreo en redondo. Pero veamos la labor con la muleta toro a toro.
El primero, de Núñez del Cuvillo, fue un toro de tanta nobleza como justeza de fuerzas. Un toro al que no había que someter; había que consentirlo toreándo a media altura. José Tomás no comprende estas sutilezas y se empeña siempre en un toreo por bajo, aunque el toro no lo admita. A media altura el toro era para hartarse. Un Enrique Ponce le hubiera cuajado una gran faena. Pero José Tomás, que carece del sentido del temple y que no sabe torear a media altura, realizó una faena llena de tirones y muchas veces con el toro por los suelos. El bajonazo con el que despenó al animal fue antológico.
Fue en el segundo toro donde José Tomás estuvo mejor, donde hizo la faena de mayor mérito. Era un manso del Pilar que tuvo sus complicaciones: arrollaba por el pitón izquierdo y no era nada claro. El torero expuso mucho por este pitón y pudo ser cogido en varias ocasiones. Pero acabó domeñando al animal a fuerza de firmeza y de voluntad. Con la mano derecha tampoco estuvo mal. Lamentablemente la estocada fue muy defectuosa. Sin hacer la suerte, dejó una estocada trasera y baja. Con esta estocada a otro jamás se le hubiera concedido una oreja. A José Tomás sí se la dieron.
El tercero era un toro de Victoriano del Río, muy exigente por su movilidad y al que, esta vez sí, había que someter por abajo. Comienza con unos estatuarios apretados; después la faena de José Tomás fue rapidilla y muchas veces estuvo al hilo del pitón. Al hilo del pitón repito, pues este torero se cruza cuando le da la gana, no siempre como afirman sus partidarios. Series rápidas, como digo, y en un momento dado da la espalda al toro para intentar un circular. El toro, que no estaba dominado, lo arrolla dándole una espectacular voltereta. Es obvio que el fallo fue del torero, porque el toro, repito, no estaba dominado y debería haberle perdido la cara. El volteretón fue tremendo y José Tomás renuncia: se pone de espaldas para dar una granadina y mata al toro inmediatamente. Debería haberse echado la muleta a la izquierda, haber exprimido al toro y haber demostrado que podía con él. Después de un pinchazo y el mareo del toro por parte de los subalternos, le piden la oreja Es concedida por la presidencia. Oreja que no venía muy a cuento, pues la suerte suprema es eso: la suerte suprema. Hay que matar a los toros bien para obtener trofeos. La concesión de la oreja tras ese pinchazo, era injustificada.
Sale el cuarto, un toro del Pilar extraordinario que siempre fue a más. Excelente toro, de triunfo grande. Empezó José Tomás sacándose al toro a los medios con muletazos andados al estilo de Paco Camino (pero sin la gracia ni el garbo ni la sal del maestro de Camas). Tardó mucho en ver las excelentes condiciones del toro y se empeñó en torearlo echándolo hacia la cadera. El toro, que tiene raza, le desborda y José Tomás tiene que perder pasos sin necesidad, recolocándose constantemente. La primera parte de la faena fue un desastre... Cuando ya llevaba cincuenta muletazos, descubre la buena condición del toro y, esta vez sí, logra una serie con la mano derecha francamente buena. Sigue otra serie, también con la diestra, de menor nivel, y termina con una serie de naturales a pies juntos más que aceptable. Y esta vez la estocada es buena y le corta dos orejas. Creo que con una hubiera sido suficiente si tenemos en cuenta lo tarde que vio la bondad del toro y que siempre estuvo por debajo de las cualidades de un excelente animal.
El quinto era un toro de preciosísimas hechuras de Victoriano del Río. Inicio de faena sentado en estribo de modo innecesario porque el toro, alegre y repetidor, lo que quería eran los medios cuanto antes. En los medios era muy pronto y alegre, viniendo muy de lejos. Tiene el defecto de que sale un poco por fuera y con la cara arriba, pero es un toro muy alegre y codicioso, que requiere metros y muleta por delante. No se decide el torero a citarle de largo y busca las cercanías de modo absurdo. Barullo, enganchones y pausas larguísimas del todo innecesarias. Tras un montón de mantazos, logra por fin una serie apañada. En la serie siguiente, el toro le desborda y tiene que recurrir a los faroles para quitárselo de encima. Y un final de faena absolutamente chapucera: el toro le cogió dos veces y parecía un becerrista a la deriva. Muy torpe con este toro que se creció. Y sin haberlo dominado, lo mató a capón. Le piden dos orejas. Le conceden una.
Y sale el sexto, un toro de Núñez del Cuvillo que embiste poco y se raja pronto. Mientras el toro embiste, nada de nada. Cuando el toro se para, arrimón a toro parado que termina con una serie de manoletinas y unos molinetes enganchados. Lo mató mal.
4.- Conclusión.- José Tomás estuvo mucho mejor en lo accesorio que en lo fundamental. Muy pocas verónicas macizas, muy poco toreo en redondo, templado y por abajo. Después de la voltereta del tercero, le pesó muchísimo la corrida.
Matar seis toros en solitario debería ser una asignatura obligada en la carrera de un torero, porque con seis toros se ven muy bien las virtudes y las limitaciones de los toreros. José Tomás mostró su buena clase, pero se le escaparon dos toros de bandera y no redondeó ninguna faena. Siempre lo he dicho: José Tomás es un torero con clase que ha sabido arrimarse en los momentos claves. Pero es un torero con grandes deficiencias técnicas, por lo que no es tan gran torero como dicen.
Podría decirse que matar seis toros constituye una gran gesta y que, por ello, debería tratarlo con más benevolencia. Pero dicen los entendidos que es el mejor torero de la historia y, si es el mejor torero de la historia, como a tal tendré que exigirle... Y, comparado con otros grandes toreros que han matado seis toros, José Tomás no me pareció estar a la altura de diestros como Joselito el Gallo, Antonio Bienvenida, José Miguel Arroyo o su admirado Paco Camino.
Se llevó José Tomás cinco orejas en el esportón y fue izado en hombros, pero a la salida de la plaza el ambiente era triste. La gente, venida desde todas partes, quería volver a sus casas diciendo que había vivido un acontecimiento histórico. De ahí el triunfalismo y la abundancia de orejas. Pero estaba claro que José Tomás estuvo por debajo de grandes toros y que decepcionó.
La tarde de ayer en Barcelona dejó claro que José Tomás es un buen torero, pero en absoluto el gran torero histórico que muchos nos quieren hacer ver. Ni mucho menos.
Barcelona. Petardo triunfalista de José Tomás
El ambientazo más futbolero que taurino que precedió al festejo en los alrededores de la plaza, el llenazo hasta la bandera y el indescriptible clamor con que se acogió a José Tomás al aparecer en el ruedo y tras el paseíllo, fue lo más notable de cuanto vimos en esta esperadísima corrida, tratada desde hace meses machaconamente por el marketing tomasista como si fuera la primera y única vez que un torero se encerraba con seis toros. Dudo que lo vuelva a hacer. En medio de tan incondicionales como favorables circunstancias, el previsto resultado triunfal del festejo poco tuvo que ver con lo que Tomás llevó a cabo en el ruedo pese a la evidente aunque torpe voluntad que mostró hasta el final. Al tal extremo llegaron las cosas, que las cinco orejas que cortó pudieron ser varias más de haber matado mejor o más pronto – solo pegó una buena estocada al cuarto toro – y, sobre todo, si la presidencia se hubiera rendido a las desaforadas peticiones de más y más trofeos como sucede en las plazas menos exigentes con cualquier bagatela. Un vale todo que convirtió la de por sí fácil Monumental en un escenario de ínfima categoría.
Y es que el torero nunca anduvo del todo a gusto ni supo estructurar ninguna faena y menos redondearlas. Todas excesivamente premiosas, desiguales, llenas de altibajos, de incontables paseos e interminables pausas, cuando no de toreo por las afueras del que abusó en los mejores momentos muleteros. Muy desigual en el templar, se acopló pocas veces aunque le jalearon todo. Con el capote apenas consiguió solitarias verónicas entre las muchas que intentó en sus recibos, y en quites solo cuajó tres limpios y brillantes, uno por chicuelinas en el tercer toro, otro por caleserinas en el cuarto y los delantales a pies juntos del sexto. Abundó en dudas, trallazos, tironazos, desajustes, enganchones, desarmes y hasta cometió errores garrafales que le costaron sufrir dos cogidas, afortunadamente sin graves consecuencias aunque el volteretón que le pegó el tercer toro mermó el fondo anímico del torero que, a partir de ahí, no pudo disimular el cansancio que padeció. José Tomás intentó hacer cosas diferentes de las habituales en él pero no acertó a resolverlas ni a conjuntarlas. Y lo peor de todo: no logró estar ni por asomo a la altura de los dos mejores toros como fueron el cuarto, de El Pilar, y el quinto, de Victoriano del Río. Ambos mal administrados en equivocadas estrategias por mal improvisadas o llevarlas pensadas desde el hotel en su afán innovador. Tampoco con el nobilísimo aunque muy flojo primero de Cuvillo fue capaz de evitar sus caídas por no saberle llevar a media altura. Y solo con el peor sexto, que se paró enseguida, tuvo justificación su pobre e irresoluta labor, ya sin apenas eco en los tendidos. Mientras al torero lo sacaban a hombros sin apoteosis, la gente abandonó la plaza poco convencida de lo que acababa de apoyar con tanto ardor y muchos francamente decepcionados.
Barcelona. Plaza Monumental. 5 de junio de 2009. Lleno total en tarde muy calurosa. Seis toros muy bien elegidos de tres ganaderías: Dos de Núñez del Cuvillo, dos de Victoriano del Río y dos de El Pilar. Bien aunque lógicamente desigualmente presentados y encornados sin pasarse ninguno al alza o a la baja en ningún aspecto. Los de Cuvillo fueron los más deslucidos: el más descarado de pitones que abrió plaza por su manifiesta debilidad aunque tuvo mucha clase; y el que cerró la tarde, por lo parado que llegó a la muleta. De los de El Pilar, destacó el lidiado cuarto lugar por su gran nobleza aunque gazapeó intermitentemente por el lado izquierdo. El que hizo de segundo manseó en varas y, algo brusco, se venció por el lado izquierdo por donde no humilló pero resultó muy franco y encastadamente repetidor por el derecho. De los de Victoriano del Río destacó el más hermoso y mejor hecho quinto que fue el toro de la tarde por su alegre bravura, prontitud y fijeza aunque en la muleta no lució lo debido por culpa del matador. El que hizo de tercero fue obediente aunque un tanto distraído y tardón al final. Único espada: José Tomás (verde oruga y oro): Pinchazo y bajonazo, silencio. Más de media caída atravesada a toro arrancado, oreja. Pinchazo hondo, rueda de peones y descabello tras ser levantado por el puntillero, aviso, oreja y petición de otra. Estocada caída, dos orejas tras insistente petición de la segunda. Estoconazo desprendido, dos avisos y oreja con fortísima petición de otra. Pinchazo y estocada, silencio e inmediata aunque incompleta vuelta a hombros hasta ser sacado así de la plaza sin apoteosis.
Después de haberle visto tan templado, técnicamente acertado, y sin cometer ninguna locura en casi todas las corridas que lleva este año y, sobre todo, realmente extraordinario en Jerez como también en Granada, según coinciden los que le vieron allí, lo menos que esperaba de la comprometida cita de José Tomás en Barcelona es que anduviera tan torpe, tan premioso y tan por debajo de los toros que escogió personalmente, acertando de pleno al menos en tres que en gran parte dejó escapar. Así, como suena y sin apenas paliativos pese a lo que la mayoría del público quiso que fuera y no fue en una especie de alucinación colectiva capaz de envolver todo, lo malo, lo bueno, lo reglar y lo fatal, en lujoso papel de ilusionado aunque falso celofán.
Aparte el tirón taquillero que, muy especialmente en Barcelona, fue como siempre inapelable, profesionalmente hablando su actuación no rayó a la altura esperada pese a las cinco orejas que cortó. En las plazas que Tomás rehusó un año más como las de Sevilla, Bilbao, Pamplona, Logroño, Zaragoza y hasta en su también incondicional de Las Ventas en Madrid, por lo que ayer hizo José Tomás solamente le hubieran dado la oreja del quinto toro, el mejor de Victoriano del Río que, además, fue el más bravo, alegre, noble y fijo del tripartito conjunto. Pero a Tomás, animado en un dsigualmente templado quite por gaoneras y llevado de su idea de ser más variado para no aburrir, tuvo la infeliz idea de empezar la faena sentado en el estribo, donde abundo demasiado en pases por alto, por lo que tan inapropiado por forzado inicio perjudicó notoriamente al animal que hubiera resultado bastante mejor de haberse ido el torero a los medios y, de ahí en adelante, empezarlo a templar en la media distancia que fue la que pedía el animal y no la muy larga que Tomás eligió al citar para cada tanda. Lo intentó machaconamente y unas veces porque el toro no acudió presto y otras porque el torero no le ganó los pasos debidos tras cada pase, no ligó ninguna. Las muchas pausas entre pases sueltos se hicieron interminables y entre tantas pausas como parones sin control ni mando alguno sobre el burel, terminó siendo cogido como si de un principiante se tratara. Pasado el toro de faena, tardó tanto que buscar la igualada que sonó el segundo aviso, no toreando sino incapaz, cuando por fin rodó el toro de un espadazo desprendido. La gente pido las dos orejas pero el presidente se negó rotundamente a dar la segunda.
Con el otro gran toro que le cupo inmediatamente antes, el segundo de El Pilar, al que quitó por limpias y preciosas caleserinas, empezó queriendo salirse hacia los medios por trincheras que, demasiado violentas, hicieron perder comba y equilibrio al animal. Alternó Lugo las dos manos sin poder evitar que el toro doblara las manos, naufragando al natural por lo que gazapeó el toro en una primera y entrecortada serie. Vuelta a derechas e izquierdas entre pausas y paseos varios hasta que, finalmente, llegó un ramillete de originales giraldillas cual pases de costadillo que hicieron romper el entusiasmo colectivo y más al matar de un solo estoconazo fulminante, razón de más para que se desbordara la petición que, insistente, logró que por fin accediera el palco a conceder dobles trofeos.
Salvo la más emocionante faena al segundo toro, el primero de los de El Pilar, lo demás careció de mayor interés, salvo el momento de inquietud que asustó a todos cuando Tomás sufrió la primera cogida. Y es que con este tercer toro al que toreó demasiado despegado, dejándose ver y sin dominarlo ni someterlo, sufrió un tremendo volteretón por volverse descuidado sobre sí mismo desde las afueras para dar un pase por la espalda tras no acudirle el toro a uno de sus inconclusos naturales. Ensangrentado y zafado de los que acudieron a socorrerle, intentó lo mismo dos veces más, lo medio logró, y arregló el fiasco con varias trincheras y la segunda oreja de regalo tras matar de pinchazo hondo y estocada.
Lo más meritorio que José Tomás hizo ayer fue su faena al segundo toro, un manso que se paraba y se defendía por arriba, no humilló por el lado izquierdo, gazapeó aunque terminó franco y repetidor por el derecho. Tomás se dobló ganado terreno hacia los medios y aunque al natural estuvo valiente aunque desdibujado e irresoluto, con la derecha logró sus mejores y más ligados muletazos y trincherazos finales un tanto violentos para dejar un espadazo muy defectuoso por trasero, caído y atravesado que a nadie importó para que le pidieran y concedieran la primera oreja de su tarde.
Podrán decir o inventarse todo lo que quieran sobre esta a todas luces prefabricada apoteosis los partidarios de Tomás y, sobre todo, su mayoritaria prensa adicta que, haga lo que haga para bien o para mal, nunca repara en adjetivos y en frases más o menos ocurrentes cuando no cursis para alabarle sin recato ni medida. Pero esta corrida va a marcar un punto de no retorno masivo a Barcelona si lo vuelven a anunciar. El torero ha salido profesionalmente tocado del aburrido hartazo y con lo de ayer queda explicado mejor que nunca su cerril negativa a ser televisado en directo. Si lo hubieran visto en México, seguro que algunos – como yo mismo subscribo hoy – hubieran repetido lo que una tarde le dijeron allá: ”¡Tomás, cada vez que te veo, Ponce me gusta más¡”.
He dejado adrede que se enfriaran los ánimos y que pasara algo de tiempo para volver a hablar sobre José Tomás y para defenderme de las injustas y torcidas acusaciones de las que he sido objeto. No soy un detractor de José Tomás. Es más, yo fui uno de sus primeros partidarios cuando el de Galapagar era un novillero cuasi desconocido. Y después, ya matador, cuando ha estado bien, se lo he cantado como el que más. Pero ni su trayectoria ni su actuar ante el toro han sido uniformes. Y como siempre he criticado estas irregularidades, he sido designado como antitomasista, mientras sus partidarios me vilipendiaban. Se está exigiendo una adhesión inquebrantable y ayuna de crítica negativa hacia el torero. Y por ahí no paso. José Tomás tiene grandes virtudes, pero también grandes defectos y actitudes absolutamente intolerables. Y no me van a callar. Estoy en mi derecho de ejercer mi libertad de expresión. Discrepo de la horda tomasista en tres aspectos:
1.- Su escasa técnica y poco temple. José Tomás tiene personalidad, mucha clase y en los momentos claves de su carrera ha sido capaz de arrimarse de verdad. Esto le ha convertido en un torero de gran interés, pues los toreros de clase, en general, no han sido de los que se arrimaban, y los toreros que se han arrimado normalmente no han tenido clase. Tomás, al conjugar los dos elementos, se puso legítimamente en primera fila. Pero...
A cualquiera que observe el asunto con un mínimo de objetividad, le saltará a la vista la técnica precaria y la destemplanza del torero. Estos graves defectos, paradójicamente, le han favorecido, pues siempre gravita el ¡huy! y la emoción de la inminente cogida. Pero, seamos serios, estos son los vicios castizos de los que hace ya muchos años hablaba Bergamín. Al buen torero se le valora la destreza, esto es, la capacidad de dominio del toro y la limpieza en el trazo. Nada más feo que una faena llena de enganchones. Y muchos enganchones suele haber en la mayoría de los trasteos de José Tomás. Muy quieto, muy compuesto, pero mucho banderazo, mucho muletazo sucio y mucho amasijo con el toro. Observen las faenas, salta a la vista.
José Tomás no ha tenido el temple quintaesenciado de Antonio Ordóñez, el Viti, Dámaso González, Manzanares, Paco Ojeda, Espartaco, Enrique Ponce... Contemplar una faena de cualquiera de los citados es una delicia: se ve esa armonía líquida, donde el toro sigue absorto el engaño sin que se produzca ni un solo enganchón. Nada más feo que el enganchón. A José Tomás le desacreditan y le rebajan, por más que unos cuantos teóricos del absurdo hayan querido elaborar toda una teoría justificativa del enganchón. El temple es una exigencia ineludible del buen torero. Quien no templa, no será tan buen torero. Dicen que es el paladín de la pureza, pero ¿hay algo más impuro que un enganchón? Y que no me cuenten que tan cerca no se puede templar. ¿Acaso Dámaso y Ojeda no lo hicieron?
2.- Su modus operandi. Un diestro que no ha terminado nunca una temporada completa y que prácticamente no ha toreado ni en Pamplona ni en Bilbao (dos o tres tardes en cada plaza en los últimos quince años) tiene asignaturas pendientes. La capacidad de resistencia, es decir, la capacidad de acudir a todas las ferias de marzo a octubre y triunfando con regularidad, ha sido una exigencia indispensable para todas las figuras del toreo. Todas ellas lo han hecho y, durante muchos años, a lo largo de sus respectivas carreras. José Tomás aún no ha hecho una temporada completa. Pamplona y Bilbao son los dos grandes templos del toro-toro, y una cita indispensable de todas las figuras del toreo. Sin embargo José Tomás prácticamente es un desconocido en estos cosos.
Toda la vida de Dios las figuras han tenido enfrentamientos con los empresarios, pero al año siguiente el pleito se arreglaba y volvían a torear tranquilamente en sus ferias. Si una figura faltaba, por ejemplo a Sevilla, reforzaba su presencia en Madrid, Pamplona y Bilbao. Y al año siguiente ya había acuerdo con la Maestranza. Los desacuerdos eran puntuales y se solventaban de un año para otro. Con José Tomás se rompe esta tendencia. Lleva años instalado en el conflicto constante y permanente. Aquí no, allí no y tampoco ahí. Se ha guardado muy mucho del toro-toro, de los compañeros molestos y de la televisión. Sus panegiristas nos han querido vender que la suya es una lucha contra el oligopolio empresarial. No es cierto. Se trata más bien de una estrategia para obtener la máxima rentabilidad con el mínimo riesgo posible. Cosa muy legítima, por cierto, pero impropia del mejor torero que dicen es.
Alguien dirá que el año pasado cortó siete orejas en Madrid. ¡Hombre! Algún gesto tiene que hacer de vez en cuando para mantenerse arriba. Si no hubiese toreado el año pasado en Madrid, su reaparición no hubiese tenido credibilidad ninguna. Pero ya hemos visto la espantá de este año... No cuadra muy bien que la primera figura, teóricamente, no vaya a comparecer esta temporada en ninguna de las cuatro grandes ferias: Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao. Y ha querido tapar el desdoro con la encerrona de Barcelona: Bien preparada y mejor vendida a un público incondicional y entregado de antemano, y con la mayoría de la crítica previamente dispuesta a su favor.
Porque esa es otra: cuando hace algo especial es siempre en un ambiente propicio y trunfalista. Torear en Madrid o matar seis toros, cosa que vienen haciendo todos los toreros durante toda la historia con la mayor naturalidad, se nos presenta como una gesta única en el mundo. Y llega entonces el triunfo prefabricado y magnificado. En otras palabras, otro torero, por lo mismo, hubiese cortado un par de orejitas el primer día de lo Madrid del año pasado, y el segundo se hubiera dicho que estuvo muy torpe. Y de la encerrona de Barcelona se hubiese dicho que se le escaparon varios toros de lío gordo y que no cuajó a ninguno.
Comentario aparte merece lo de la televisión. Si Raúl, por ejemplo, se negara a que televisaran los partidos de fútbol en los que juega, se le echaría la gente encima. A José Tomás le ríen la gracia. Estamos en la era de la televisión. No dejarse televisar, expulsar a los toros de la pequeña pantalla, es lo peor que le puede suceder a la Fiesta. ¿Por qué lo hace? Pues porque en el momento en que le vea todo el mundo por la tele se acabó el misterio. Los enganchones chirrían de modo especial por la pequeña pantalla y se vería que Tomás es un simple mortal como todos los demás. Le favorece el ambiente misterioso. Por esta razón torea poco, porque en el momento en que se prodigase, se acabarían los llenos. En el momento en que estuviese muy visto, todo el mundo tendía claras sus limitaciones. Y el toro-toro mejor no verlo porque exige más y pega más fuerte. Y, por supuesto, un torero acabado por delante y, si puede ser, otro que no haga sombra por detrás.
Parece que este año las grandes empresas fueron a negociar con él con los pantalones bajados: de entrada no había televisión y todos dispuestos a darle un dineral. Y, sin embargo, José Tomás les dijo que no a todos. Evidente: el medio toro de las plazas de segunda cobrando precios astronómicos y rehuir los compromisos de gran responsabilidad, ha sido siempre muy criticado. Cuando una figura se quitaba de un sitio, le ponían a parir. Sin embargo José Tomás se quita de todas partes y le ríen la gracia. Esto es nuevo. Hasta ahora, cuando una figura no cumplía con su responsabilidad de figura, lo han breado. José Tomás no va a ninguna parte y todo el mundo le ríe la gracia. Increíble.
¿Y el toro? Durante los últimos cincuenta años los aficionados se han lamentado constantemente de la propensión de las figuras hacia el toro más fácil e ingenuo mientras rechazaban las ganaderías más duras y difíciles. A pesar de eso y hasta la aparición de José Tomás, las figuras mataban prácticamente todos los encastes: Núñez, Atanasio, Santa Coloma, Murube... Pues bien, este Señor solo torea un encaste muy concreto y, dentro de ese encaste, las cuatro ganaderías que todos conocemos. Cuando se apuntó a una dura hizo el ridículo y no lo ha vuelto a intentar. Siempre pide el toro más fácil de la ganadería más fácil. Pues bien, los mismos que exigen gestas y gestos a los otros toreros, cierran los ojos y miran a otro lado ante las desorbitadas exigencias ganaderas del de Galapagar. José Tomás, santo patrón del monoencaste. Y nadie dice ni pío, obviamente.
3.- Sus devotos. Entre los fieles de José Tomás hay gente de todas las clases. Por supuesto hay entendidos, buenos aficionados y gente muy educada y respetuosa. Con ellos ningún problema. Pero también hay otros partidarios absolutamente insufribles por snobs. La mayoría de ellos llevan en esto un cuarto de hora. Hace cinco años no habían pisado una plaza de toros y, con tan corto bagaje, se permiten el lujo de insultar y despreciar a quien discrepa de ellos. Solo por la ignorancia pueden llegar a afirmar que José Tomás es el mejor torero de la historia.
Cualquier persona medianamente versada en la historia del toreo sabe que desde un punto de vista ortodoxo, José Tomás es bastante menos importante que diestros como Gallito, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez o Paco Camino. Desde un punto de vista de dominio del toro, José Tomás está muy por debajo de Gallito otra vez, de Domingo Ortega, de Dámaso González o de Enrique Ponce. Desde un punto de vista heroico, José Tomás está muy por debajo de Belmonte, Manolete y Diego Puerta, capaces de arrimarse todos los días, con todos los toros, durante muchos años seguidos, y no en cuatro corridas de modo puntual. Y desde el punto de vista de la heterodoxia taurina, Belmonte, Manolete, el Cordobés y Paco Ojeda han supuesto mucho más para la historia del toreo que José Tomás. ¿Qué de nuevo ha aportado José Tomás al toreo? Nada ¿Ha superado técnica o artísticamente a los más grandes? No. Gallito, Belmonte, Chicuelo, Domingo Ortega, Manolete, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez, Paco Camino, el Viti, el Cordobés... aportaron algo y tienen mucho más peso en la historia que José Tomás. Por tanto, nombrar al de Galapagar como el mejor torero de la historia es un auténtico desatino.
Pero es que José Tomás tampoco está por encima de los mejores toreros de su propia generación. Ponce y El Juli le aventajan sobradamente en capacidad de lidia y sentido del temple; Morante, en clase e inspiración... Desde luego la actitud de los tomistas despreciando a los toreros que acabo de citar, es intolerable.
José Tomás es un torero muy interesente que ha sabido conjugar su gran personalidad con el arte y el valor. Es un gran torero. Pero de ahí a nombrarle el mejor de todos los tiempos hay un trecho muy amplio. Y, desde luego, su actitud y modus operandi son absolutamente criticables.
Recuerdo ahora con cariño, respeto y admiración a los partidarios de Curro Romero y de Rafael de Paula. Soportaban estoicos las guasas de las gentes e iban ingenuos y sonrientes a ver a sus toreros sin meterse con nadie ni insultar a nadie. Igualito que el talante agresivo e intolerante de muchos partidarios de José Tomás. Y todo este descalzaperros, a ¿qué es debido? Al snobismo. Nada más. Hay mucha gente que quiere presumir de entendida sin serlo, que solamente dice tópicos. Y José Tomás, ensalzado por la generación de críticos más sesgada y/o ignorante de la historia, les ha venido al pelo. No todos los críticos son sesgados y/o ignorantes, por supuesto, pero sí algunos de los que ocupan las tribunas más influyentes. A veces produce risa y otras indignación ver cómo pontifican desde el púlpito (porque ellos sí que tienen púlpito) gentes que llevan en esto cinco minutos y saben muy poco del asunto. Los hay, sí, que llevan en esto toda la vida y que saben. Pero es tal la red de amistades y compromisos en que andan envueltos, que no tienen más remedio que remar a favor. Todos los snobs que querían presumir de saber de toros se apuntaron al tomasismo. Luego, la bola de nieve no ha hecho más que crecer... La bola se derretiría en cuanto José Tomás se dejase televisar y torease un año ochenta corridas de toros. Entonces solo le verían los defectos, como ha sucedido siempre cuando las figuras se prodigan. Y entonces me quedaría yo solo diciendo que, a pesar de ciertos defectos, José Tomás es un grandísimo torero. Porque cuando el aire cambie de dirección, los mismos que hoy le ensalzan hasta el delirio serán los primeros en sacarle los ojos.
La interrelación entre el fenómeno José Tomás y lo políticamente correcto es evidente. Ya saben: todo el mundo repitiendo mentiras evidentes para no caer en la incorrección política. En esta democracia se ha impuesto la tiranía de la corrección política. A nadie se encarcela por decir algo, pero si ese algo discrepa de la verdad oficial, el discrepante es condenado al ostracismo y se le nombra oficialmente imbécil. Y las gentes, ante el miedo de sentirse despreciados y apartados de la sociedad, admiten la mentira. En los medios de comunicación hay muy poca gente capaz de decir a las claras lo que piensa sobre muchísimos temas. Decir, por ejemplo, que Franco hizo alguna cosa bien, conlleva automáticamente la muerte social de quien se atreve a afirmarlo. Pues algo así está pasando en nuestro pequeño planeta de los toros. Muchos no dicen lo que piensan por miedo al ser despreciado y al rechazo social. Este clima de coacción es intolerable.
4.- Declaración de intenciones. Se estará de acuerdo conmigo o no, pero creo que argumento lo que digo. No espero la loa ni el aplauso y admito la discrepancia razonada con argumentos. Pero lo que no voy a volver a consentir es el insulto y el ataque personal porque yo, en lugar de insultar, intento razonar mis afirmaciones sin pretender ofender a nadie. Y tengo el derecho a expresarme libremente.
Y otra cosa: mientras muchos sacan tajada del pastel y viven de esto, yo pago religiosamente mis entradas y mis abonos (y en su caso, mis hoteles). Mi afición me cuesta dinero y no me da ni un céntimo. Y, equivocado o no, escribo de toros solamente por mi afición absolutamente desinteresada hacia la fiesta de los toros.
¿No han notando últimamente que de modo sibilino, no pocos críticos afectos al clan de José Tomás están desmereciendo la temporada del extremeño que, aún sin ser tan contundente como la del pasado año, no es tan mala como algunos pretenden demostrar? Va a la cabeza del escalafón y en sus últimas corridas está cosechando importantes triunfos que apenas se reflejan en la prensa. Se ha llegado a decir que sus faenas son “tramposas”, y que lo del año pasado lo usamos como antídoto contra el diestro de Galapagar. Su nombre no aparece en los titulares que deberían destacarle, quedando relegadas al final de las crónicas sus obras más importantes. Pero los hechos son incontestables. La campaña 2008 de Perera fue histórica y, aunque quizá irrepetible, muy pocos toreros han sido capaces de lograr algo parecido. José Tomás nunca, por cierto. La mayoría de los comentarios que aquí aparecen en apasionada defensa de José Tomás, casi siempre lo hacen desmereciendo a Ponce. Pero ahora también a Perera. Por algo será. Y es que tanto el valenciano como sobre todo el extremeño sigue haciendo lo que les gustaría que hiciese José Tomás: Dar la cara en todas las ferias del mundo, alternar con sus más importantes rivales, matar toda clase de ganaderías y torear reses con las que la mayoría del escalafón no serían capaces de hacerles ni cosquillas. Sin ninguna propaganda, estamos comprobando que en la mayoría de las corridas que se están celebrando en las ferias más importantes se llenan las plazas. Pero de esto no se habla. Solo de que “ya están agotadas las entradas” al día siguiente de anunciar cualquier corrida de Tomás. Y es que los demás toreros no cuentan para la secta.
Estamos hartos de leer y de escuchar argumentos sobre lo maravillosamente único que es José Tomás y quienes así lo creen están en su derecho de manifestarlo, faltaría más. Pero lo que no pueden disimular es que siempre que se le elogia, casi siempre es haciendo referencia a lo malos que son los dos toreros que, mira por donde, más obsesionan a sus idólatras: Enrique Ponce, y ahora también Miguel Ángel Perera. A Ponce le trae al fresco. Guste o no guste, su carrera es la más larga, la más brillante y la más fecunda de la historia del toreo en todo el mundo. Algo que Tomás no puede ni soñar. Y Perera el que más se ha arrimado a los toros de todos los tiempos y no solo unas pocas tardes, sino en casi todas. Lo del año pasado, nunca lo consiguió Tomás ni lo conseguirá jamás. Pierden el tiempo cuantos pretenden embaucarnos desde que reapareció con veinte corridas por temporada minuciosamente escogidas entre las cuatro únicas ganaderías que le gustan para matarlas en plazas de segunda y solo en una de primera a sabiendas de que allí le regalan todo lo que pida. Si se dejara televisar, hace tiempo que se habría venido abajo el invento. Por eso no quiere la televisión ni en pintura. Los vídeos ahora tan de moda que aparecen sobre las actuaciones de Tomás, solo son aproximaciones mejor o peor montadas en las que únicamente se ven sus mejores momentos. Y los reportajes que aparecen en los espacios especializados, más de lo mismo aunque cuidando mucho que no se cuele algo inconveniente. Sé de lo que hablo. Montar bien la mayoría de las faenas de Tomás, resulta muy costoso cuando no imposible.
Estamos también más que hartos de leer y de escuchar que Ponce – y ahora también Perera – se pasan los toros muy lejos, que siempre meten el “pico” de la muleta en los cites y que si son capaces de templar a casi todos los toros es porque no se “ponen” donde Tomás. Mentira podrida. Tomás solo se pone en ese sitio con los toros muy buenos y no siempre porque, cada vez que lo hizo con toros complicados, resultó inevitablemente atropellado cuando no cogido o herido por contravenir la razón y de ahí su mayor fama y el morbo que le acompaña. Este año empezó toreando más limpiamente que nunca y sin apenas enganchones, más razonable en la elección de los terrenos, citando por las afueras a los toros problemáticos y llevándolos en línea como hay que hacer en estos casos. Sin embargo, los adictos dijeron lo mismo de siempre: que donde se pone este no se ponen los demás. El tópico, tan repetidamente utilizado, ha prendido en la masa y la gente va a verle para repetirlo como papagayos. Y lo mismo cada vez que torea Ponce pero al revés.
Y ahora le toca aguantar lo mismo a Perera. Vamos a seguir atentos a lo que se escriba sobre sus actuaciones porque en su contra también están varios empresarios-apoderados que no quieren pagarle lo que pide y se gana cada tarde. La campaña enlaza directamente con este propósito digamos comercial. Por el hilo de muchas crónicas sacaremos el ovillo que conduce a los más interesados en que su estrella decaiga.
JoseTomás cornada Aguascalientes 2010
José Tomás cornada en Autlán de la Grana
De qué están hechos los toreros?
quinta-feira, 29 de abril de 2010
No dia de hoje de há 45 anos, nascia em Coimbra uma Menina....
Uma Menina a quem foi dado o nome de Paula Luisa Varela Loja. Bem jovem veio viver para a Chamusca. Aí conheceu, com apenas dezassete anos, aquele (Eu) com quem viria a casar três anos mais tarde, a dezassete de Julho de 1985.
Quinze dias antes havia sido mãe de um menino, o Luis Filipe, e mais tarde, a dezoito de Março de 1994, de um outro menino, o Pedro Miguel.
Hoje está de Parabéns pelo seu aniversário, mas penso estar sempre de parabéns pela Mãe extremosa e dedicada Esposa.
Parabéns Paulinha.
28 de abril de 2010 — O antigo futebolista João Morais, autor do golo que deu a Taça das Taças ao Sporting em 1964, morreu terça-feira, no Porto.
Morais, 75 anos, que estava internado no Instituto Português de Oncologia do Porto há mais de uma semana, morreu cerca das 22h00 de terça-feira, não estando ainda marcado o funeral.
O antigo internacional português deu ao Sporting o seu único título continental, ao apontar de canto directo o golo da vitória sobre o MTK de Budapeste, na finalíssima da Taça das Taças de 1963/64, a 15 de Maio, em Antuérpia.
Cantinho do Morais é a designação porque ficou popular o célebre golo marcado na cobrança de um pontapé de canto por João Morais, defesa do Sporting Clube de Portugal e que acabaria por dar ao clube e a Portugal a única Taça das Taças da história de Portugal.
O golo foi marcado em 15 de Maio de 1964, na finalíssima da Taça das Taças, na Bélgica, contra o clube húngaro MTK.
Os leões disputaram uma Taça das Taças muito competitiva em 1963/64 e até a final teve que ser repetida devido ao empate de 3-3 entre o Sporting e o MTK Budapest. Na finalíssima, Morais é indicado para cobrar um canto do lado esquerdo do ataque. Preparou o remate para repetir algo que já noutras ocasiões obtivera: o canto directo. O companheiro Figueiredo colocara-se junto do guarda-redes para servir de referência a Morais, este trata a bola carinhosamente, sussurra-lhe, remata e marca o único golo da partida que assinalou a vitória do Sporting na Taça das Taças.
Morais descreveu assim o seu golo:
Virei-me para o banco e confirmei se era eu. O técnico acenou-me que sim. Lá fui. Peguei na bola com jeitinho, disse-lhe umas palavrinhas amigas, dei-lhe um beijinho Depois, mal senti o pé a bater nela fiquei logo com a sensação de que seria golo. Parece que o tempo parou ali. Observei a trajectória do esférico, vi o Figueiredo a correr para o primeiro poste e o guarda-redes atrás dele para interceptar a eventual cabeçada do desvio, mas o destino estava traçado. A bola passou por cima dos dois e acabou por entrar junto ao segundo poste. Foi a euforia total, ainda para mais porque foi o golo que ditou a vitória e permitiu-nos trazer a taça. Não foi um golo de sorte. Ao longo da minha carreira marquei mais uns quantos da mesma maneira
Segundo declarações do próprio jogador, décadas mais tarde, ao jornal Diário de Notícias, no dia 14 de Maio de 1964, véspera do jogo, Morais tinha sonhado que daria a vitória ao Sporting na finalíssima na marcação de um canto directo. No dia seguinte, o sonho tornou-se real.
Este feito de conquista de um título através de um golo de canto directo, que decidiu um título, raro em todo o mundo, viria a ser "imortalizado" num disco lançado na altura, aproveitando o relato radiofónico da jogada, feito por Artur Agostinho, então em trabalho para a Emissora Nacional. A canção que exalta o golo do Morais que não esquece mais, e por isso intitulada Cantinho do Morais, era interpretada por Margarida Amaral, e ficou popularizada por Maria José Valério.
terça-feira, 27 de abril de 2010
Cartéis da Feira Taurina da Ascensão apresentados ontem no Poiso do Besoiro
A Empresa Arena Chamusquense convocou a imprensa especializada para a apresentação dos cartéis da Feira Taurina da Ascensão, que decorreu ontem no Restaurante "O Poiso do Besoiro" na Chamusca.
José Soares em representação da Empresa fez-se rodear de Ernesto Manuel, representante de António Ribeiro Telles e Manuel Ribeiro Telles Bastos, Paulo Redol, representante do Grupo de Forcados Amadores da Chamusca, Tiago Prestes, cabo do Grupo de Forcados Amadores do Aposento da Chamusca, Mateus Prieto, cavaleiro que virá de novo à Chamusca já como praticante, e o jovem Pedro Miguel Caldeira que está anunciado para o dia 9, sendo ele a única presença no que ao toureio a pé se refere.
Todos os presentes na Mesa usaram da palavra referenciando e louvando o esforço da Empresa pela confecção dos cartéis, havendo ainda palavras de apreço ao jovem Pedro Caldeira pela sua apresentação na Praça da sua Terra.
Logo após a 22 horas, e através de Joaquim Mesquita, José Soares pôde falar em directo com Mauricio do Vale, para o seu programa de tauromaquia que realiza e apresenta na Rádio Iris de Samora Correia.
Aqui ficam algumas imagens e os cartéis que compõem a Feira Taurina.
José Soares em representação da Empresa fez-se rodear de Ernesto Manuel, representante de António Ribeiro Telles e Manuel Ribeiro Telles Bastos, Paulo Redol, representante do Grupo de Forcados Amadores da Chamusca, Tiago Prestes, cabo do Grupo de Forcados Amadores do Aposento da Chamusca, Mateus Prieto, cavaleiro que virá de novo à Chamusca já como praticante, e o jovem Pedro Miguel Caldeira que está anunciado para o dia 9, sendo ele a única presença no que ao toureio a pé se refere.
Todos os presentes na Mesa usaram da palavra referenciando e louvando o esforço da Empresa pela confecção dos cartéis, havendo ainda palavras de apreço ao jovem Pedro Caldeira pela sua apresentação na Praça da sua Terra.
Logo após a 22 horas, e através de Joaquim Mesquita, José Soares pôde falar em directo com Mauricio do Vale, para o seu programa de tauromaquia que realiza e apresenta na Rádio Iris de Samora Correia.
Aqui ficam algumas imagens e os cartéis que compõem a Feira Taurina.
domingo, 25 de abril de 2010
36 ANOS DEPOIS ...25 de Abril!!! Qual democracia???
Em bem gostaria de escrever sobre as minhas experiências e vivências no após 25/4, mas falta-me a "coragem". Todavia recebi um mail que achei interessantissimo pois eu bem gostaria de ter escrito uma carta assim. Uma carta de um aluno para o seu professor, nos dias que correm.
Exmo Senhor Professor,
Sou obrigado a escrever-lhe, nesta data, depois de ter escutado, com toda a atenção, a aula de História, que nos deu sobre a Revolução de Abril de 1974.
Li todos os apontamentos que tirei na aula e os textos de apoio que me entregou para me preparar para o teste, que o Senhor Professor irá apresentar-nos, na próxima semana, sobre a Revolução dos Cravos.
Disse o Senhor Professor que a Revolução derrubou a ditadura "salazarista" e veio a permitir o final da Guerra Colonial, com a conquista da Liberdade do Povo Português o dos Povos dos territórios que nós dominávamos e que constituíam o nosso Império.
Afirmou ainda que passámos a viver em Democracia e que iniciámos uma nova política de Desenvolvimento, baseada na economia de mercado.
Informou-nos também que a Censura sobre os órgãos de Comunicação Social terminara e que a PIDE/DGS, a Polícia Política do Estado Fascista acabara, dando a possibilidade aos Portugueses de terem liberdade de expressão, opinião e pensamento. Hoje, todos eles podem exprimir as suas opiniões nos jornais, rádio, televisão, cinema e teatro, sem receio de serem presos.
Disse igualmente que Portugal era um país isolado no contexto internacional e que agora fazemos parte da União Europeia e temos grande prestígio no mundo. Que somos dos poucos países da União a cumprir, na íntegra, os cinco critérios de convergência nominal do Tratado de Maastricht para fazermos parte do pelotão da frente com vista ao Euro.
Li os textos de apoio do Professor Fernando Rosas, onde me informam que os Capitães de Abril são considerados heróis nacionais, como nunca houvera antes na nossa história, e que eles são os responsáveis por toda a modernidade do nosso país, pois se não tivesse acontecido a memorável Revolução, estaríamos na cauda da Europa e viveríamos em grande atraso, em relação aos outros países, e num total obscurantismo.
Tinha já tudo bem compreendido e decorado, quando pedi ao meu pai que lesse os apontamentos e os textos para me fazer perguntas sobre a tal Revolução, com vista à minha preparação para o teste, pois eu não assisti ao acontecimento histórico, por não ter ainda nascido, uma vez que, como sabe, tenho apenas dezasseis anos de idade.
Com o pedido que fiz ao meu pai, começaram os meus problemas pois ele ficou horrorizado com o que o Senhor Professor me ensinou e chamou-lhe até mentiroso porque conseguira falsificar a História de Portugal.
Ele disse-me que assistira à Revolução dos Cravos dos Capitães de Abril e que vira com «os olhos que a terra há-de comer» o que acontecera e as suas consequências. Disse-me que os Capitães foram os maiores traidores que a nossa História conhecera, porque entregaram aos comunistas todo o nosso império, enganando os Portugueses e os naturais dos territórios, que nos pertenciam por direito histórico. Que a Guerra no Ultramar envolvera toda a sua geração e que nela sobressaíra a valentia dum povo em armas, a defender a herança dos nossos maiores.
Que já não existia ditadura "salazarista", porque Salazar já tinha morrido na altura e que vigorava a Primavera Marcelista que, paulatinamente, estava a colocar Portugal na vanguarda da Europa.
Que Portugal já desfrutava de muitas liberdades ao tempo do Professor Marcelo Caetano, que caminhávamos para a Democracia sem sobressaltos, que os jovens, como eu, tinham empregos assegurados, quando terminavam os estudos, que não se drogavam, que não frequentavam antros de deboche a que chamam discotecas, nem viviam na promiscuidade sexual, que hoje lhes embotam os sentidos.
Disse-me também que ele sabia o que era Deus, a Pátria e a Família e que eu sou um ignorante nessas matérias. Aliás, eu nem sabia que a minha Pátria era Portugal, pois o Senhor Professor ensinou-me que a minha Pátria era a Europa.
O meu pai disse-me que os governantes de outrora não eram corru ptos e que após o 25 de Abril nunca se viu tanta corrupção como actualmente.
Também me disse que a criminalidade aumentara assustadoramente em Portugal e que já há verdadeiras máfias a operar, vivendo à custa da miséria dos jovens drogados e da prostituição, resultado do abandono dos filhos de pais divorciados e dum lamentável atraso cultural, em virtude de um Sistema Educativo, que é a nossa maior vergonha, desde há mais vinte anos.
Eu fiquei de boca aberta, quando o meu pai me disse que a "Censura" continuava na ordem do dia, porque ele manda artigos para alguns jornais e não são publicados, visto que ele diz as verdades, que são escamoteadas ao Povo Português, e isso não interessa a certos orgãos de Comunicação Social ao serviço de interesses obscuros.
O meu pai diz que o nosso país é hoje uma colónia de Bruxelas, que nos dá esmolas para nós conseguirmos sobreviver, pois os tais Capitães de Abril reduziram Portugal a uma «pobreza franciscana» e que o nosso país já não nos pertence e que perdemos a nossa independência.
Perguntei-lhe se ele já ouvira falar de Mário Soares, Almeida Santos, Rosa Coutinho, Melo Antunes, Álvaro Cunhal, Vítor Alves, Vítor Crespo, Lemos Pires, Vasco Lourenço, Vasco Gonçalves, Costa Gomes, Pezarat Correia... Não pude acrescentar mais nomes, que fixara com enorme sacrifício e trabalho de memória, porque o meu pai começou a vomitar só de me ouvir pronunciar estes nomes.
Quando se sentiu melhor, disse-me que nunca mais lhe falasse em tais «sacanas de gajos», mas que decorasse antes os nomes de Vasco da Gama, Pedro Álvares Cabral, Diogo Cão, D. João II, D. Manuel I, Bartolomeu Dias, Afonso de Alburquerque, D. João de Castro, Camões, Norton de Matos, porque os outros não eram dignos de ser Portugueses, mas estes eram as grandes e respeitáveis figuras da nossa História.
Naturalmente que fiquei admirado, porque o Senhor Professor nunca me falara nestas personagens tão importantes e apenas me citara os nomes que constam dos textos do Professor Fernado Rosas.
Senhor Professor, dada a circunstância do meu pai ter visto, ouvido, sentido e lido a Revolução de Abril, estou completamente baralhado, com o que o Senhor me ensinou e com a leitura dos textos de apoio.
Eu julgo que o meu pai é que tem razão e, por isso, no próximo teste, vou seguir os conselhos dele.
Não foi o Senhor Professor que disse que a Revolução nos deu a liberdade de opinião?
Certamente terei uma nota negativa, mas o meu pai nunca me mentiu e eu continuo a acreditar nele.
Como ele, também eu vou pôr uma gravata preta no dia 25 de abril, em sinal de luto pelos milhares de mortos havidos no nosso Império, provocados pela Revolução dos Espinhos, perdão, dos Cravos.
O Senhor disse-me que esta Revolução não vertera uma gota de sangue e agora vim a saber que militantes negros que serviram o exército português, durante a guerra, que o Senhor chamou colonial, foram abandonados e depois fuzilados pelos comunistas a quem foram entregues as nossas terras.
Desculpe-me, Senhor Professor, mas o meu pai disse-me que o Senhor era cego de um olho, que só sabia ler a História de Portugal com o olho esquerdo.
Se o Senhor tivesse os dois olhos não me ensinaria tantas asneiras, mas que o desculpava porque o Senhor era um jovem e certamente só lera o que o Professor Fernando Rosas escrevera.
A minha carta já vai longa, mas eu usei de toda a honestidade e espero que o Senhor Professor consiga igualmente ser honesto para comigo, no próximo teste, quando o avaliar.
Com os meus respeitosos cumprimentos.
O seu aluno.
Benfica 5-0 Olhanense. Golos Cardozo, 3. Di Maria e Aimar
O Benfica com a vitória sobre o Olhanense fica apenas a um ponto de se sagrar campeão Nacional.
sábado, 24 de abril de 2010
PERSONALIDADES DA CHAMUSCA A VOTOS
Hoje na Chamusca procede-se à votação para as personalidades da Chamusca nas várias áreas.
Felizmente que a minha terra é rica em personalidades e eu, sinceramente, tenho dificuldade na escolha, mas vou tentar votar nos que penso ser os mais importantes.
Através do meu Amigo Vitor Azevedo tomei conhecimento dos resultados finais da Votação no dia 27 de Abril.
Acção Humanitária: Nazaré Santos
Animação cultural: Carlos Petisca "Carlitos"
Associativismo: Bombeiros
Desportos colectivos: Chamusca Basket
Desportos individuais: Mário Anibal
Educação: Professor Filipe
Mundo Empresarial: A Persistente
Literatura: Maria Manuel Cid
Musica: José Cid
Politica: Sérgio Carrinho
Saúde: Dr. Barbosa
Tauromaquia: Eng. Rosa Rodrigues
Teatro: João Coutinho
Felizmente que a minha terra é rica em personalidades e eu, sinceramente, tenho dificuldade na escolha, mas vou tentar votar nos que penso ser os mais importantes.
Através do meu Amigo Vitor Azevedo tomei conhecimento dos resultados finais da Votação no dia 27 de Abril.
Acção Humanitária: Nazaré Santos
Animação cultural: Carlos Petisca "Carlitos"
Associativismo: Bombeiros
Desportos colectivos: Chamusca Basket
Desportos individuais: Mário Anibal
Educação: Professor Filipe
Mundo Empresarial: A Persistente
Literatura: Maria Manuel Cid
Musica: José Cid
Politica: Sérgio Carrinho
Saúde: Dr. Barbosa
Tauromaquia: Eng. Rosa Rodrigues
Teatro: João Coutinho
sexta-feira, 23 de abril de 2010
Pedro Caldeira debuta na Praça de Toiros da Chamusca dia 9 de Maio
Ontem o meu Amigo João José Bento veio entregar-me um programa de mão acabado de sair (ainda se notam as dedadas por cima da tinta) do espectáculo de Variedades Taurinas que se irá realizar na Chamusca dia 9 de Maio integrada nas Festas da Ascensão.
Nesse dia o jovem Pedro Miguel Caldeira debutará na praça de toiros da sua Terra após ter participado no Concurso "Á procura de novos toureiros " promovido pela Empresa do Campo Pequeno e de ter actuado em Vila Franca.
Vamos encher as bancadas da nossa praça e apoiar este jovem.
ASSOCIAÇÃO DE BOMBEIROS VOLUNTÁRIOS DA CHAMUSCA EM FESTA NA PASSAGEM DO 60º ANIVERSÁRIO
terça-feira, 20 de abril de 2010
Nomes de Ruas
Quantas vezes, ao olhar uma placa toponímica, pergunto quem foi, quem era, ou que importância teve na sociedade um tal de fulano ou beltrano, para ter um nome de rua?
Mesmo que queira saber, ao perguntar a alguém passante, esse mesmo talvez me dirá que também não sabe.
Pior ainda será se me deslocar a um posto de turismo, se o houver, e perguntar a alguém, que devia de ser, por direito, responsável, conhecedor, no mínimo, da história da sua terra, e não me souber responder.
Pois que uma pessoa tivesse tido uma importância nacional, até certo ponto, concordo, mas não seria melhor que tivesse sido dado o nome a alguém que tivesse sido útil à sociedade local?
E digo nos vários aspectos, históricos, humanitários, culturais, no próprio desenvolvimento local ou inclusive desportivos…
É que, se um amigo meu me visitar e, juntos, calcorrearmos calmamente as ruas da minha vila, e ele me perguntar quem foi, e o porquê de estar ali, aquele nome na placa toponímica e eu não souber, quase que me encho de vergonha ao não lhe saber responder.
Em primeiro lugar porque não sou obrigado a saber quem foram aquelas personagens e a importância que tiveram.
Em segundo lugar porque quem teve a ideia de colocar aquelas placas não soube fazer uma adenda, ou o significado que teve, ou tem, essa pessoa.
Por exemplo, há um largo com o nome de Vasco da Gama. Toda a gente sabe quem foi e a importância que teve.
Gago Coutinho tem o seu nome numa avenida. Também sabemos quem foi e o que fez.
Humberto Delgado dá nome a uma rua.
Sem querer lhes querer tirar o devido mérito, qual foi a sua importância local e socialmente, para o seu desenvolvimento, para merecerem os seus nomes nas ruas, largos e avenidas?
O mais engraçado, mesmo sem ter graça, é haver outras localidades, no mesmo concelho, que deram, e dão, a devida importância a quem realmente a teve, e tem, e colocou-se o seu nome numa placa toponímica, mais que merecido.
Em todas as terras há gente bendita, pessoas que se revelaram pela sua extrema capacidade e amor à terra mas também há ruas mal abençoadas com os nomes que lhes colocaram.
Porque não dar prioridade aos nossos ascendentes, que nos fazem orgulhar da chã, que nos viu nascer?
Mesmo que queira saber, ao perguntar a alguém passante, esse mesmo talvez me dirá que também não sabe.
Pior ainda será se me deslocar a um posto de turismo, se o houver, e perguntar a alguém, que devia de ser, por direito, responsável, conhecedor, no mínimo, da história da sua terra, e não me souber responder.
Pois que uma pessoa tivesse tido uma importância nacional, até certo ponto, concordo, mas não seria melhor que tivesse sido dado o nome a alguém que tivesse sido útil à sociedade local?
E digo nos vários aspectos, históricos, humanitários, culturais, no próprio desenvolvimento local ou inclusive desportivos…
É que, se um amigo meu me visitar e, juntos, calcorrearmos calmamente as ruas da minha vila, e ele me perguntar quem foi, e o porquê de estar ali, aquele nome na placa toponímica e eu não souber, quase que me encho de vergonha ao não lhe saber responder.
Em primeiro lugar porque não sou obrigado a saber quem foram aquelas personagens e a importância que tiveram.
Em segundo lugar porque quem teve a ideia de colocar aquelas placas não soube fazer uma adenda, ou o significado que teve, ou tem, essa pessoa.
Por exemplo, há um largo com o nome de Vasco da Gama. Toda a gente sabe quem foi e a importância que teve.
Gago Coutinho tem o seu nome numa avenida. Também sabemos quem foi e o que fez.
Humberto Delgado dá nome a uma rua.
Sem querer lhes querer tirar o devido mérito, qual foi a sua importância local e socialmente, para o seu desenvolvimento, para merecerem os seus nomes nas ruas, largos e avenidas?
O mais engraçado, mesmo sem ter graça, é haver outras localidades, no mesmo concelho, que deram, e dão, a devida importância a quem realmente a teve, e tem, e colocou-se o seu nome numa placa toponímica, mais que merecido.
Em todas as terras há gente bendita, pessoas que se revelaram pela sua extrema capacidade e amor à terra mas também há ruas mal abençoadas com os nomes que lhes colocaram.
Porque não dar prioridade aos nossos ascendentes, que nos fazem orgulhar da chã, que nos viu nascer?
segunda-feira, 19 de abril de 2010
Calça Perra em Tomar, Restaurante com Fado.
A convite de Emilio Serra fui na sexta feira á noite até Tomar, onde no Restaurante "Calça Perra" aconteceu fado.
Bruno Mira na guitarra portuguesa e João Chora na viola de fado acompanharam algumas jovens vozes e, naturalmente, o João também cantou assim como José Manuel, fadista da Nazaré, e o Emilio que há muito não o ouvia.
Eu? Bem... eu acabei por dizer umas poesias e fiquei fã daquele simpatiquissimo lugar que eu recomendo vivamente.
Além disso, ali fui reencontrar velhos Amigos como o são Tó Zé Cardoso e Nuno Madeira.
Bruno Mira na guitarra portuguesa e João Chora na viola de fado acompanharam algumas jovens vozes e, naturalmente, o João também cantou assim como José Manuel, fadista da Nazaré, e o Emilio que há muito não o ouvia.
Eu? Bem... eu acabei por dizer umas poesias e fiquei fã daquele simpatiquissimo lugar que eu recomendo vivamente.
Além disso, ali fui reencontrar velhos Amigos como o são Tó Zé Cardoso e Nuno Madeira.
EL JULI, O REI, PELA PORTA DO PRINCIPE EM SEVILHA
Sexta Feira dia 16 de Abril.
Foi um dos dias mais felizes da minha vida de aficionado.
Depois de dez anos de alternativa e de muitas injustiças, eis que Julian Lopez "EL Juli", finalmente, saiu pela mítica Porta do Principe em Sevilha após ter cortado três orelhas a dois toiros de Ventorrillo.
Vejam o que disseram os meios de comunicação.
Y El Juli -lo tenía entre ceja y ceja- salió por la Puerta del Príncipe once años después de que saliera con su imaginación desde la enfermería. No le paró la lluvia ni los toros -cuando un torero está así, le sirven casi todos- y el presidente Teja compensó al gusto del público. Si cada faena era de oreja y media, pues suman tres. Merecido premio a un torero valeroso y poderoso.
Lo mejor: El Juli, catedrático del toreo
El arte del toreo consiste en expresar un sentimiento hondo, profundo, misterioso… que nace desde lo más profundo de las entrañas a toda la concurrencia. Ese quejío interior puede manifestarse de múltiples maneras, pero cuando es de verdad, arrebata, enloquece y hasta perturba a las almas más sosegadas. Y así lo demostró Julián López, que a buen seguro, llegó al hotel vacío, vano, deshecho, hueco por dentro, porque en el coso maestrante dio una egregia lección de Tauromaquia catedralicia, espléndida y contundente. No hubo ninguna mácula en ninguna de sus dos actuaciones. Su comportamiento fue macizo de principio a fin. Las verónicas recogieron la embestida como seda suave que conduce la embestida por el laberinto que impone el matador. Las sedosas chicuelinas hilvanadas a dos tijerillas templadas de empaque sin igual, fueron una loa a la perfección capotera. Al primero lo mimó, lo templó y enceló en la bamba escarlata de su muleta, bajo una lluvia tan cristalina como su toreo. A base de tesón y consumada técnica, no lo rozaron la muleta ninguna vez, construyó un poema de rimas consonantes embriagadoras. Los derechazos, cuales versos polifónicos, nos trasportaban a una eternidad siempre soñada y pocas veces conseguida.
El discurso nos embebía en una poesía clásica, es decir, eterna. Y en el instante preciso, cuando ya estaba todo el pescao vendido, cinceló el inmejorable colofón: un circular que, por arte de birlibirloque, se transformó en un cambio de mano que nos abrió la puerta de la gloria. Y a matar o a morir… como mandan los cánones… El resultado fue un volapié perfecto y hundido hasta los gavilanes. El segundo de su lote era de otra condición… y el catedrático madrileño lo fue haciendo poco a poco, verso a verso, con la paciencia de un orfebre. Y la faena nos entusiasmó por una dicción impecable, por una conjunción de pases compenetrados… y por un final inteligentísimo en el que El Juli se enroscó al cuatreño tantas veces como quiso, ejemplificando con la sencillez de la virtud, el imperecedero principio matemático según el cual, el torero es la vertical y el toro la horizontal.
El resumen es bien sencillo: bajo la lluvia, que no para, consagración de El Juli, que abre la Puerta del Príncipe en una tarde redonda, de plenitud, a pesar de que el presidente le niega una oreja.
No me gusta hablar de los presidentes (ni de los árbitros, en el fútbol). Los toreros son los protagonistas. Hoy, el Sr. Teja se ha empeñado en serlo, negando incomprensiblemente a El Juli una oreja, en el primero de la tarde. Nadie en la Plaza podía imaginarse que lo iba a hacer, después de una faena completísima, rematada con la espada de forma espectacular. Todavía sigo sin entenderlo. He recordado una frase que me decía a veces Américo Castro, remedando el habla de los campesinos de su tierra natal: «¿Qué “quedrá”?» Las orejas —para mí, por lo menos— no importan demasiado. Lo que importa es el toreo. Una oreja discutida puede perjudicar al torero. El Juli, en cambio, ha salido reforzado por este incidente. La bronca ha sido épica y el diestro ha tenido que dar dos vueltas al ruedo a petición clamorosa del público. Pocas satisfacciones más grandes tendrá en toda su vida profesional.
Ya mostró en Valencia una seguridad técnica fuera de lo común. Hoy lo revalida en este conservatorio o aula del Arenal (Antonio Burgos «dixit») que es la Maestranza.
Sin hacer literatura ni dejarse llevar por la pasión, su faena al primero ha sido redonda, completa, desde las verónicas, con que lo recibe, al ralentí. (¿Cómo puede embestir un toro con esa suavidad antes de varas?). Luego, derechazos, cambios de mano, naturales. Cuando acorta las distancias, lo lleva cosido a la muleta, enlazando con adornos. Dentro de su línea (hay muchas válidas, en el toreo), no cabe más. Y un cañón con la espada. El cuarto es noble pero justo de fuerzas. El Juli lo cuida y, con buena técnica, va alargando su embestida. El final es de dominio absoluto, provoca la locura del público. He recordado una frase de Cañabate: «Los sevillanos aplauden gozosos porque “diquelan”; es decir, entienden, valoran lo bueno».
Más que estética, lo bueno de El Juli es el dominio, la técnica, la cabeza, el mando: las columnas de la tauromaquia clásica. Y la Maestranza lo sabe apreciar. Como decía Gerardo Diego, «no se puede ser un auténtico torero de Sevilla sin ser clásico».
Por eso, todas sus faenas han tenido una unidad, un sentido. Y las ha desarrollado en un palmo de terreno: así debía ser, según Corrochano, la faena perfecta.
Resumía Shakespeare: «La madurez lo es todo». Bajo la lluvia, en la Maestranza, El Juli ha lucido su plena madurez. Nunca podrá olvidar esta tarde.
El torero madrileño ha triunfado a golpe cantado. Todos los aficionados conocían su momento de plenitud torera, que estaba más que capacitado para armar un alboroto en la Feria, todo ello a poco que los toros le ayudaran un poco. Se han cumplido todos los augurios. El Juli ha roto la Feria con un triunfo indiscutible, contundente y sin nada que enturbie su gran tarde de toros.
Ha triunfado toreando, muy bien, bajo la lluvia. Aquella lluvia que un día le quitó el triunfo de clamor, no ha querido perderse la demostración de torero grande que ha ofrecido en el mismo escenario. El Juli ha forjado su triunfo sobre la base del buen toreo, que en algunos momentos se ha acompañado de gran belleza estética. Pero, por encima de otras circunstancias, ha sido un torero de una dimensión enorme.
Se llevó los dos toros mejores de la corrida de El Ventorrillo. Se vuelve a plantear la misma pregunta. ¿Por qué a los buenos toreros siempre le tocan los mejores toros? La respuesta está en esa capacidad que matadores de su corte tienen para someter, templar, mandar y ligar en los muletazos. Es como si los toros no pudieran eludir su compromiso con una muleta siempre puesta, con los toques precisos, el ritmo adecuado y la postura torera y marchosa. Es el toreo del dominio como primera meta para lograr apoderarse de la voluntad de los astados, que acaban embistiendo con calidad ante el in flujo poderoso de la tela roja que les conduce como un látigo de seda. Es un toreo de poder y suavidad. Así embisten los toros.
Fue bueno el que abrió plaza. La faena la cimentó sobre la diestra en pases de mando, se vino algo abajo con la izquierda, para acabar ligando con precisión en circulares y de pecho engarzados como un collar de perlas.
El cuarto tenía algún problema que resolver, como un viaje más corto. Nada que El Juli, en estado de gracia, no pudiera solucionar con ideas muy claras y las muñecas rotas. Los pasajes finales de esta faena fueron más bellos. Fue la culminación de una tarde para la historia, que había comenzado con los lances preciosos de capa, los quites, todo un concierto que vale, de forma sobrada, el mayor premio del toreo.
El dios de la lluvia se asomó a la Maestranza para conocer si hay hombres que burlan la muerte con arte. Y bajo su manto, se encontró un volcán de buen toreo llamado El Juli, que en lugar de cenizas, arrojaba maestría, casta y naturalidad. Un volcán que ligaba las suertes en el fuego de la ligazón, con una fuerza de torería y firmeza endiablada, que ascendía tendido arriba, enloqueciendo al público. La lava del toreo, ese toreo de muleta que desciende de arriba a abajo para someter al toro, llegó a convertir la Maestranza en un inesperado manicomio de Miraflores.
En este manicomio quien pareció perder la cabeza fue el presidente, Francisco Teja, quien concedió a El Juli sólo una oreja por una faena magistral, rematada perfectamente con la espada. Y que en su segundo toro, compensó con dos trofeos otra gran faena, que en este caso sí podía ser de una. Tampoco era de recibo celebrar una corrida en la que horas antes llovía en Sevilla y en la que los pronósticos advertían que llovería durante el espectáculo, como así sucedió.
El Juli cuajó una faena memorable, que brindó a la infanta Elena. Se las vio con un primer toro astifino bravo, noble y repetidor. Ilusión se llamaba el ejemplar de El Ventorrillo, que lidió una corrida en conjunto bien presentada y de juego desigual. Y con Ilusión, esperanza cumplida de un torero convertido en amo y señor de lo que realizaba.
El Juli derrochó variedad capotera, con hondas verónicas. La apertura de la faena rezumó torería. Luego llegó la locura cuando, con la diestra, toreó con sumo temple. En una de las series llegó a dictar una lección torera esencial: bajó la mano, sometió al toro, alargó los muletazos lo indecible y… ligó. Todo con esa facilidad que sólo poseen los elegidos para el arte de Cúchares. Con la izquierda también plasmó esas verdades en otra tanda. Hubo un circular invertido en el que imantó al toro como si lo hubiera hipnotizado. El público gritaba y aplaudía a rabiar. Las voces y las palmas salían bajo una nube de gigantescas setas negras, de paraguas. ¡¿Cómo podían aplaudir algunos, mientras se resguardaban bajo esos incordiantes utensilios?! Estoconazo hasta la bola, en todo lo alto, perdiendo el engaño. El toro se mantuvo, con bravura, hasta rodar como una pelota. Y todo el mundo enloquecido, menos el presidente, al que el público increpó con insultos de todo tipo. El Juli dio dos vueltas al ruedo clamorosas, envueltas en una ovación interminable y atronadora.
Cuando saltó el noble cuarto, Botijito, nadie precisaba más agua. Pero comenzó a jarrear sin contemplaciones. El torero madrileño se lució a la verónica. Con la derecha: poder y temple. El toreo en redondo, con cadencia, parecía inspirado en una melodiosa sinfonía. Y todo, en aires dominadores, saliendo con garbo y marchoso de las suertes. Estocada contundente.
Antonio Lorca. El Juli la arma gorda
Sevilla vivió ayer durante la lidia del primero de la tarde uno de esos episodios que engrandecen la tauromaquia: un torero en plenitud que, al final, salió a hombros como gran triunfador, un toro dulce y noble, una faena emocionantísima, un presidente valiente y serio, muy serio, y un público embravecido, que rugió de emoción, primero, y de enojo, después, cuando el usía se negó en redondo a conceder la segunda oreja al protagonista de tan interesante suceso.
Julián López El Juli se hace llamar en los carteles y es torero de postín, y llegó a Sevilla a decir que es maestro en sazón y catedrático de la técnica y el temple. Y le tocó un toro guapo, noble y dulce como el almíbar que embestía con música celestial en el empuje. Lo recibió El Juli con magníficos lances a la verónica, el toro embarcado en los vuelos del capote, un verdadero canto a la creación artística. Como por ensueño se hizo presente el toreo en todo su esplendor. Comenzó la faena de muleta por ayudados lentísimos, y continuó con una tanda de derechazos hondos, sintiéndose torero por los cuatro costados; y sin solución de continuidad se cambió la franela a la izquierda y el natural brotó largo e inmenso. Hubo dos tandas más con la derecha, y un circular, y otro invertido, un compendio de técnica, oficio, temple y mando. El toro seguía embistiendo con dulzura, ayuno, quizá, de fiereza y codicia, como prefieren las figuras de hoy. Con la izquierda bajó el diapasón de la calidad, hubo menos ligazón, los pases resultaron despegados y la emoción no fue la misma. Unos preciosos recortes finales y un airoso molinete dieron paso a una estocada algo trasera, perdiendo la muleta en el encuentro. El toro tuvo una muerte espectacular y los tendidos se poblaron de pañuelos.
Y se armó gorda, muy gorda… El presidente, Francisco Teja, concedió la primera oreja, se guardó el pañuelo y se mantuvo en sus trece a pesar del griterío ensordecedor del respetable que no entendía tan drástica decisión. El Juli fue obligado a dar dos vueltas al ruedo y la bronca que se ganó el señor Teja fue de las que hacen época.
¿Y? Pues, que muy bien. El presidente consideró que la gran faena de El Juli no había sido perfecta, que no lo fue. Además, elevó el nivel de exigencia de esta plaza, que está por los suelos; y tercero, ¡viva la polémica! Ojalá cada tarde hubiera motivo para mentarle la familia a quien preside, porque sería la expresión de que esta fiesta está viva y no mortecina y lánguida. Ningún principio se hubiera conculcado si el torero pasea las dos orejas, pero La Maestranza es desde ayer más prestigiosa gracias a un presidente valiente.
Y llegó el cuarto, otro toro noble y dulzón que viene a corroborar una tarde de gloria. Lo toreó El Juli maravillosamente a la verónica, se quedó sin picar porque no le acompañan las fuerzas, permitió un lucido tercio de banderillas, y llegó al tercio final para que el torero coronara su gesta. Por bajo comenzó, henchido de elegancia, y el toreo con la derecha derrochó temple y ligazón; tanto, que algunos muletazos resultaron sencillamente extraordinarios. Otra vez la mano izquierda no fue buena, hasta que le cogió el aire y algunos naturales remontaron el vuelo. El toro tardó en morir, pero el presidente no lo dudó: sacó los dos pañuelos de manera casi simultánea para confirmar que premiaba el conjunto de una tarde completa. Pero, ¿fue de dos orejas esta segunda faena? Pues también admite dudas.
Muy bien “El Juli” con el capote, o mejor, extraordinariamente bien, tanto en el recibo como en el quite posterior a la verónica.
Bueno el toro, pero no tanto, pues para que durara hasta el final fue decisiva la técnica y la generosidad del torero, midiéndole el castigo, llevándole a media altura y con suavidad, “ayudándole” en definitiva a recorrer el último tramo de cada pase, necesario para conectar con tanta fuerza.
Pases bonitos y seguidos, templando y aguantando, circunstancia esta última referida sobre todo al valor. No permitió “El Juli” que el toro perdiera su velocidad, para mantener a su vez el ímpetu de la faena. Calidad toda por parte del torero.
La estocada, sin puntilla, aunque perdiendo la muleta en el embroque. El presidente sabrá porqué se guardó el segundo pañuelo. La bronca que se llevó fue monumental.
Y ya en el cuarto, versión corregida y aumentada del toreo mandón y poderoso de un “Juli” que esta vez sumó aroma y profundidad. Aquí, sí, el presidente demostró que también tiene sensibilidad al asomar los dos pañuelos de una vez, sin esperar a que la gente pidiera la segunda oreja.
Quedaba claro que una la concedía el público, con la plaza blanca por completo, y la otra el presidente Teja, por fin buen aficionado.
Faena ideal de principio a fin, que hizo irresistible la Puerta del Príncipe.
El Juli compensó la lluvia, que caía fuerte poniendo entre las cuerdas la celebración del festejo. No importó. En verdad no importó nada cuando Julián sorprendió así de primeras con un quite de lo más torero. En la antítesis del mero recurso, toreó el madrileño con el capote. Una belleza para paladear, como se hace con las cosas buenas que dejan sabor, poso, recuerdo y el ánimo de verlo repetido. Era el primero de la tarde. Ese que tiene la maldición de abrir plaza y pasar discreto. Acertó El Juli, colmado de torería, y le cuajó al noble y bravo animal la faena que se merecía.
Suavidad en el comienzo, eran puras caricias esos muletazos que prologaban el toreo rotundo, largo y a más que ejercitó por el derecho. Inspirado se cambiaba la muleta por detrás para rematar la tanda con un natural. Aquel célebre muletazo que le valió para reconquistar el corazón de Madrid. Y ahí mismo cayó entera y sin remilgos la afición de La Maestranza. Buen toro, gran torero. Lo bordó El Juli con la profundidad de lo verdadero. Embarcaba adelante el viaje, se lo pasaba por la barriga y buscaba encontrar en el más allá el fulgor del pase. Conquistó primero el pitón derecho, mas no se le resistió tampoco el zurdo, ni la seda para acabar faena. La labor de la armonía. Hundió la espada como un cañón, como un huracán bajo la lluvia. Se hundía también Sevilla, que había crujido en sonoros olés desde sus cimientos. La plaza se volvió blanca, con la Infanta Doña Elena incluida pidiendo trofeos a pesar de la lluvia sin tregua, de los paraguas, de lo difícil de los chubasqueros… Ardía Sevilla por premiar al torero. Su triunfo era de ley, así lo entendimos todos menos el presidente, que nada más concedió una oreja. Dos vueltas al ruedo tuvo que darse el madrileño ante la afición volcada, entregada, en medio de una bronca descomunal por haberle robado la segunda. No tenía sentido negar la evidencia, pero la tarde era de El Juli y sólo él tendría la última palabra.
Echó la pierna para adelante y sacó pecho para torear de capa al cuarto. Hasta la misma boca de riego lo llevó por verónicas, con duende la media. Presagio de lo bueno. Antes de ponerle el primer par de banderillas ya estaba Julián con la muleta en la mano y toreando al viento, como si no pudiera contener la ambición. Derecho se fue al público, para un brindis que sonaba a romance. Y se puso a torear. Valen las mayúsculas. Esta vez para coser los pases por abajo, diestros, enredado toro y torero. De abajo a más abajo el muletazo. Toro bueno, largo iba al engaño, noble y justiciero. Cómo lo expresó el espada. Roto de entrega, atacado de orgullo, inteligente en los toques, técnico para llevarlo y pasional para entregarse sin medida. Monumental en los derechazos, en el breve espacio que ocupa una moneda construía el toreo entero. Una tanda, otra, otra más y esos pases de pecho que tocaban la lluvia del cielo. Ni crisis ni penas, todas se olvidaron cuando Julián se enfrentaba al juicio final de la suerte suprema. Y ocurrió, como tarde histórica de las que dejan huella. Detrás de la espada se fue, se atracó de toro, y quiso el acero entrar hasta la bola, en la misma yema. Dos pañuelos blancos asomaron instantáneos como rendición a un 16 de abril que retumbará en su carrera. La Puerta del Príncipe a sus pies, agarrada con fuerza en la mano, despertada de una noche de sueños. Esta vez sí, la cruzó en hombros y en medio del clamor popular. Once años después de haberla cambiado al caer herido y camino de la enfermería. Hay tardes que no les cabe más que un nombre y la de ayer se llamaba Julián. Julián López «El Juli». Torerazo. Una nota: no paró de llover, pero nadie abandonó su asiento.
Esta Fiesta de pasiones, de pasión y muerte, se llevaba al torero a hombros camino del Guadalquivir. Menudo romance consumado.
Se abre el capote de Julián López “El Juli” y avanza silenciosamente su estela hacia el centro del ruedo para que en cada embestida del toro nazca una, dos y hasta seis verónicas inmaculadas guiadas por el mando y la pureza más absoluta. Cante hondo que se continúa en un soberbio quite por chicuelitas y tafalleras alternadas frente a los caballos. No se puede torear con más poderío y rotundidad, y es que El Juli ya no es un niño como nos quieren hacer ver, sino todo un profesional maduro que nada deja para el azar cuando lleva su firma y dirección en la lidia. De la brega al percal nos encontramos en un suspiro, nobleza obliga frente a semejante máquina de embestir. Comienza la faena muy toreramente por alto, le siguen unos cambios de mano invisibles y algún pase de pecho interminable, para dar paso definitivamente a cuatro series, dos con la diestra y otras tantas con la muleta en la mano izquierda de hasta cinco muletazos seguidos y ligados de manera sublime que hacen reventar la plaza. Su figura apolínea se agiganta milagrosamente hasta tocar el Giraldillo para recoger una y otra vez la palma del toreo. Las últimas notas llevan arrastradas los olés sordos de todos los tendidos que ven como su cuerpo ahora se enrosca en un circular inmenso como las líneas del tercio. De su brazo nace la estocada rotunda como la faena que silencian para siempre al toro en un derribo magistral como cuando se acosa a campo abierto. Maestranza blanca por abril, bañada por un mar de pañuelos agitados locamente al aire que vuelan y sobrevuelan el palco del Sr. Teja hoy empeñado en ser el protagonista. Se concede la oreja y se le niega la segunda que por justicia y gloria merecía el maestro. No importa, Julián se dice para si mismo: Lo siento Señor Teja, pero hoy yo vengo a triunfar, y vaya que si lo hizo.
Faenón consagratorio al cuarto de la tarde, de nombre “Botijillo”, otro toro más bravo, emocionante y exigente que su primero pero que con el paso del tiempo le daría la trascendencia y solidez a su faena ortodoxa, a la tarde y a la deuda del torero con Sevilla. Julián se supera e impone ley al inflexible colorao que reclama insistentemente de todo un poco: distancias, alturas, tiempos, velocidad, colocación…vamos, que había que ser un Superhombre en definitiva. “El Juli” si le sobra algo es inteligencia, decisión y superioridad ante la adversidad y actúa de inmediato. De recibo instrumenta cinco verónicas muy asentadas que remata con una media de cartel a lo Ruano Llopis. Se cambia el tercio y en el caballo cumple el toro sin alharacas, debemos esperar un poco más a que rompa toro de la mano de su matador. A continuación en banderillas se descuelga “Botijillo” más por la derecha que por la izquierda, Julián lo ve claro de nuevo y así lo hace desplegando una batería de derechazos acompasados, largos y hondos agrupados en tres series en redondo para más tarde cambiar por naturales y cerrar función con dos circulares inolvidables, troquelados allí mismo y ya para siempre por el mismísimo Benlliure. Estoconazo sin comentarios, sencillamente sublime como todo lo que hizo en aquella tarde que le valió para obtener dos orejas que unidas a la anterior le permitieron salir por derecho propio definitivamente por la Puerta más celestial de todas, la del Príncipe.
Estamos convencidos que en su vida ya nada volverá a ser lo mismo tras cruzar las cadenas de Carlos IV, le cambiará su vida y es muy probable que se sienta obligado a mantener y salvaguardar el paraíso del toreo hoy asentado también sobre su maestría. ¡Enhorabuena querido Julián, al fin!
Jose Antonio Del Moral
Aunque todos los que hemos visto triunfar rotundamente a El Juli en las ferias que lleva sumadas en la presente temporada estábamos seguros de que en la de Sevilla saldría al menos una vez por la Puerta del Príncipe, lo que no podíamos adivinar era que, más allá del arte que tanto adorna a otros, alcanzaría cotas de absoluta perfección con los dos toros de El Ventorrilo que le correspondieron ayer. El tópico de “no se puede torear mejor” quedó sobrepasado por el gran maestro madrileño que goza este año de lo que se ha dado en llamar “estado de gracia”. Aun admitiendo la suerte que está teniendo con los toros casi todas las tardes, es tal su capacidad de conjuntar la técnica con el valor y la inteligencia que sus obras no tienen parangón.
Fue cierto que sus dos toros de ayer fueron buenos aunque con tal o cual defecto de menor cuantía que resolvió sobre la marcha sin venderlo porque ni falta que le hace. Pero también lo fue que, tanto con el capote en los recibos por verónicas templadísimas ganando terreno y en el precioso quite que hizo al primero combinando chicuelinas con tafalleras, como luego en sus dos grandiosas faenas de muleta, pudimos gozar con el torero en total comunión con los espectadores de dos obras verdaderamente magistrales. Y no solo eso, pues a su exactitud técnica, añadió un gustarse a sí mismo como muy pocas veces le habíamos visto. Si El Juli se recreó toreando como los ángeles, más nos recreamos los que tuvimos la suerte de verle en vivo.
Fueron dos faenas redondas y contundentes de principio a fin que remató con sendas magníficas estocadas. Ambas construidas sin una sola concesión a la galería y compuestas por las suertes fundamentales del toreo de muleta. Al natural, sobre todo, que es el pase más aristocrático del toreo, lo bordó literalmente. Por redondos de crecida redondez, valga redundancia, hasta lograr coser varios en una sola tanda como si fueran uno solo. Los de pecho, monumentales. Y los cambios de mano, las trincheras y los ayudados, de una portentosa conjunción rayando con lo milagroso.
Lo remiso del primer toro, obligó a El Juli a tirar siempre de él en cada pase, algo que dio más valor a su faena. Lección que superó increíblemente con el cuarto, un toro que al principio protestó, defecto que pulió El Juli imperceptiblemente, hasta conseguir que el animal mejorara su condición a medida que fue avanzando el singular trasteo.
Como no podía ser menos, la plaza entera sucumbió entregada a las obras de El Juli que, además, tuvo que competir consigo mismo porque no tuvo contrincantes, o así lo pareció, quizá afectados sus colegas por la aplastante actuación del madrileño.
El Juli, por la Puerta del Príncipe
El Juli está en el mejor momento de su carrera en una espléndida etapa de madurez profesional. El triunfo de ayer se veía venir. Ya había estado extraordinario en Vistalegre tras haber sido el gran triunfador en las Fallas de Valencia. Ayer El Juli consiguió una de las pocas cosas que todavía le quedaban en el toreo: salir por la mítica Puerta del Príncipe. Salió con tres orejas en la mano, pero deberían haber sido cuatro pues, de un modo absurdo e incompresible, el Presidente le privó de una oreja del primero. Dio otra vez una lección de sabiduría taurina. Y no solo de sabiduría, también de pureza y de valor: su toreo siempre es asentado y por abajo.
Toreó muy bien con el capote a sus dos toros: tanto al suave y bonancible primero, como al más rebrincado cuarto. Además de un toreo mandón y comprometido a la verónica, brilló a gran altura un bonito quite por talaveranas al primero de la tarde. Estuvo magistral en los dos toros: el primero era un toro muy noble con el defecto de salir un poco con la cara arriba; el cuarto, sin embargo, fue mucho más exigente...
Toreó impecablemente a los dos, en dos faenas marca de la casa, llenas de rotundidad y autenticidad. Muy asentado y corriendo la mano por abajo, en series muy bien trazadas y con una perfecta ligazón. La faena al primero fue más fácil, teniendo en cuenta la gran nobleza del toro. El cuarto embestía con más agresividad, pero el Juli encauzó muy bien la embestida de este exigente toro. Destacó sobremanera una muy buena serie con la mano izquierda y un final apoteósico con la mano derecha, enroscando varios muletazos a la vez. Quizá fue una faena más suave y estética la primera, pero más meritoria la segunda, porque el toro imponía más... Otra gran virtud del Juli es su contundencia estoqueadora.
A este torero casi nunca se le van los triunfos. Y es que una de las obligaciones de una figura del toreo, además de cuajar a todos los toros que tengan posibilidades, es matarlos de una gran estocada para que el triunfo no se esfume. Dos estocadas de entrega, tanto al primero como al cuarto. Destaco esta estocada al cuarto por lo derecho que se fue tras la espada.
El Juli suma y sigue. Hacía muchos años que no se veía a un torero en una racha triunfal como esta de El Juli. Y ahora queda Madrid, donde siempre ha estado muy bien, aunque nunca se le ha hecho justicia. Pero, tal como está el Juli este año, seguramente que Madrid también se le va a rendir.
Foi um dos dias mais felizes da minha vida de aficionado.
Depois de dez anos de alternativa e de muitas injustiças, eis que Julian Lopez "EL Juli", finalmente, saiu pela mítica Porta do Principe em Sevilha após ter cortado três orelhas a dois toiros de Ventorrillo.
Vejam o que disseram os meios de comunicação.
Y El Juli -lo tenía entre ceja y ceja- salió por la Puerta del Príncipe once años después de que saliera con su imaginación desde la enfermería. No le paró la lluvia ni los toros -cuando un torero está así, le sirven casi todos- y el presidente Teja compensó al gusto del público. Si cada faena era de oreja y media, pues suman tres. Merecido premio a un torero valeroso y poderoso.
Lo mejor: El Juli, catedrático del toreo
El arte del toreo consiste en expresar un sentimiento hondo, profundo, misterioso… que nace desde lo más profundo de las entrañas a toda la concurrencia. Ese quejío interior puede manifestarse de múltiples maneras, pero cuando es de verdad, arrebata, enloquece y hasta perturba a las almas más sosegadas. Y así lo demostró Julián López, que a buen seguro, llegó al hotel vacío, vano, deshecho, hueco por dentro, porque en el coso maestrante dio una egregia lección de Tauromaquia catedralicia, espléndida y contundente. No hubo ninguna mácula en ninguna de sus dos actuaciones. Su comportamiento fue macizo de principio a fin. Las verónicas recogieron la embestida como seda suave que conduce la embestida por el laberinto que impone el matador. Las sedosas chicuelinas hilvanadas a dos tijerillas templadas de empaque sin igual, fueron una loa a la perfección capotera. Al primero lo mimó, lo templó y enceló en la bamba escarlata de su muleta, bajo una lluvia tan cristalina como su toreo. A base de tesón y consumada técnica, no lo rozaron la muleta ninguna vez, construyó un poema de rimas consonantes embriagadoras. Los derechazos, cuales versos polifónicos, nos trasportaban a una eternidad siempre soñada y pocas veces conseguida.
El discurso nos embebía en una poesía clásica, es decir, eterna. Y en el instante preciso, cuando ya estaba todo el pescao vendido, cinceló el inmejorable colofón: un circular que, por arte de birlibirloque, se transformó en un cambio de mano que nos abrió la puerta de la gloria. Y a matar o a morir… como mandan los cánones… El resultado fue un volapié perfecto y hundido hasta los gavilanes. El segundo de su lote era de otra condición… y el catedrático madrileño lo fue haciendo poco a poco, verso a verso, con la paciencia de un orfebre. Y la faena nos entusiasmó por una dicción impecable, por una conjunción de pases compenetrados… y por un final inteligentísimo en el que El Juli se enroscó al cuatreño tantas veces como quiso, ejemplificando con la sencillez de la virtud, el imperecedero principio matemático según el cual, el torero es la vertical y el toro la horizontal.
El resumen es bien sencillo: bajo la lluvia, que no para, consagración de El Juli, que abre la Puerta del Príncipe en una tarde redonda, de plenitud, a pesar de que el presidente le niega una oreja.
No me gusta hablar de los presidentes (ni de los árbitros, en el fútbol). Los toreros son los protagonistas. Hoy, el Sr. Teja se ha empeñado en serlo, negando incomprensiblemente a El Juli una oreja, en el primero de la tarde. Nadie en la Plaza podía imaginarse que lo iba a hacer, después de una faena completísima, rematada con la espada de forma espectacular. Todavía sigo sin entenderlo. He recordado una frase que me decía a veces Américo Castro, remedando el habla de los campesinos de su tierra natal: «¿Qué “quedrá”?» Las orejas —para mí, por lo menos— no importan demasiado. Lo que importa es el toreo. Una oreja discutida puede perjudicar al torero. El Juli, en cambio, ha salido reforzado por este incidente. La bronca ha sido épica y el diestro ha tenido que dar dos vueltas al ruedo a petición clamorosa del público. Pocas satisfacciones más grandes tendrá en toda su vida profesional.
Ya mostró en Valencia una seguridad técnica fuera de lo común. Hoy lo revalida en este conservatorio o aula del Arenal (Antonio Burgos «dixit») que es la Maestranza.
Sin hacer literatura ni dejarse llevar por la pasión, su faena al primero ha sido redonda, completa, desde las verónicas, con que lo recibe, al ralentí. (¿Cómo puede embestir un toro con esa suavidad antes de varas?). Luego, derechazos, cambios de mano, naturales. Cuando acorta las distancias, lo lleva cosido a la muleta, enlazando con adornos. Dentro de su línea (hay muchas válidas, en el toreo), no cabe más. Y un cañón con la espada. El cuarto es noble pero justo de fuerzas. El Juli lo cuida y, con buena técnica, va alargando su embestida. El final es de dominio absoluto, provoca la locura del público. He recordado una frase de Cañabate: «Los sevillanos aplauden gozosos porque “diquelan”; es decir, entienden, valoran lo bueno».
Más que estética, lo bueno de El Juli es el dominio, la técnica, la cabeza, el mando: las columnas de la tauromaquia clásica. Y la Maestranza lo sabe apreciar. Como decía Gerardo Diego, «no se puede ser un auténtico torero de Sevilla sin ser clásico».
Por eso, todas sus faenas han tenido una unidad, un sentido. Y las ha desarrollado en un palmo de terreno: así debía ser, según Corrochano, la faena perfecta.
Resumía Shakespeare: «La madurez lo es todo». Bajo la lluvia, en la Maestranza, El Juli ha lucido su plena madurez. Nunca podrá olvidar esta tarde.
El torero madrileño ha triunfado a golpe cantado. Todos los aficionados conocían su momento de plenitud torera, que estaba más que capacitado para armar un alboroto en la Feria, todo ello a poco que los toros le ayudaran un poco. Se han cumplido todos los augurios. El Juli ha roto la Feria con un triunfo indiscutible, contundente y sin nada que enturbie su gran tarde de toros.
Ha triunfado toreando, muy bien, bajo la lluvia. Aquella lluvia que un día le quitó el triunfo de clamor, no ha querido perderse la demostración de torero grande que ha ofrecido en el mismo escenario. El Juli ha forjado su triunfo sobre la base del buen toreo, que en algunos momentos se ha acompañado de gran belleza estética. Pero, por encima de otras circunstancias, ha sido un torero de una dimensión enorme.
Se llevó los dos toros mejores de la corrida de El Ventorrillo. Se vuelve a plantear la misma pregunta. ¿Por qué a los buenos toreros siempre le tocan los mejores toros? La respuesta está en esa capacidad que matadores de su corte tienen para someter, templar, mandar y ligar en los muletazos. Es como si los toros no pudieran eludir su compromiso con una muleta siempre puesta, con los toques precisos, el ritmo adecuado y la postura torera y marchosa. Es el toreo del dominio como primera meta para lograr apoderarse de la voluntad de los astados, que acaban embistiendo con calidad ante el in flujo poderoso de la tela roja que les conduce como un látigo de seda. Es un toreo de poder y suavidad. Así embisten los toros.
Fue bueno el que abrió plaza. La faena la cimentó sobre la diestra en pases de mando, se vino algo abajo con la izquierda, para acabar ligando con precisión en circulares y de pecho engarzados como un collar de perlas.
El cuarto tenía algún problema que resolver, como un viaje más corto. Nada que El Juli, en estado de gracia, no pudiera solucionar con ideas muy claras y las muñecas rotas. Los pasajes finales de esta faena fueron más bellos. Fue la culminación de una tarde para la historia, que había comenzado con los lances preciosos de capa, los quites, todo un concierto que vale, de forma sobrada, el mayor premio del toreo.
El dios de la lluvia se asomó a la Maestranza para conocer si hay hombres que burlan la muerte con arte. Y bajo su manto, se encontró un volcán de buen toreo llamado El Juli, que en lugar de cenizas, arrojaba maestría, casta y naturalidad. Un volcán que ligaba las suertes en el fuego de la ligazón, con una fuerza de torería y firmeza endiablada, que ascendía tendido arriba, enloqueciendo al público. La lava del toreo, ese toreo de muleta que desciende de arriba a abajo para someter al toro, llegó a convertir la Maestranza en un inesperado manicomio de Miraflores.
En este manicomio quien pareció perder la cabeza fue el presidente, Francisco Teja, quien concedió a El Juli sólo una oreja por una faena magistral, rematada perfectamente con la espada. Y que en su segundo toro, compensó con dos trofeos otra gran faena, que en este caso sí podía ser de una. Tampoco era de recibo celebrar una corrida en la que horas antes llovía en Sevilla y en la que los pronósticos advertían que llovería durante el espectáculo, como así sucedió.
El Juli cuajó una faena memorable, que brindó a la infanta Elena. Se las vio con un primer toro astifino bravo, noble y repetidor. Ilusión se llamaba el ejemplar de El Ventorrillo, que lidió una corrida en conjunto bien presentada y de juego desigual. Y con Ilusión, esperanza cumplida de un torero convertido en amo y señor de lo que realizaba.
El Juli derrochó variedad capotera, con hondas verónicas. La apertura de la faena rezumó torería. Luego llegó la locura cuando, con la diestra, toreó con sumo temple. En una de las series llegó a dictar una lección torera esencial: bajó la mano, sometió al toro, alargó los muletazos lo indecible y… ligó. Todo con esa facilidad que sólo poseen los elegidos para el arte de Cúchares. Con la izquierda también plasmó esas verdades en otra tanda. Hubo un circular invertido en el que imantó al toro como si lo hubiera hipnotizado. El público gritaba y aplaudía a rabiar. Las voces y las palmas salían bajo una nube de gigantescas setas negras, de paraguas. ¡¿Cómo podían aplaudir algunos, mientras se resguardaban bajo esos incordiantes utensilios?! Estoconazo hasta la bola, en todo lo alto, perdiendo el engaño. El toro se mantuvo, con bravura, hasta rodar como una pelota. Y todo el mundo enloquecido, menos el presidente, al que el público increpó con insultos de todo tipo. El Juli dio dos vueltas al ruedo clamorosas, envueltas en una ovación interminable y atronadora.
Cuando saltó el noble cuarto, Botijito, nadie precisaba más agua. Pero comenzó a jarrear sin contemplaciones. El torero madrileño se lució a la verónica. Con la derecha: poder y temple. El toreo en redondo, con cadencia, parecía inspirado en una melodiosa sinfonía. Y todo, en aires dominadores, saliendo con garbo y marchoso de las suertes. Estocada contundente.
Antonio Lorca. El Juli la arma gorda
Sevilla vivió ayer durante la lidia del primero de la tarde uno de esos episodios que engrandecen la tauromaquia: un torero en plenitud que, al final, salió a hombros como gran triunfador, un toro dulce y noble, una faena emocionantísima, un presidente valiente y serio, muy serio, y un público embravecido, que rugió de emoción, primero, y de enojo, después, cuando el usía se negó en redondo a conceder la segunda oreja al protagonista de tan interesante suceso.
Julián López El Juli se hace llamar en los carteles y es torero de postín, y llegó a Sevilla a decir que es maestro en sazón y catedrático de la técnica y el temple. Y le tocó un toro guapo, noble y dulce como el almíbar que embestía con música celestial en el empuje. Lo recibió El Juli con magníficos lances a la verónica, el toro embarcado en los vuelos del capote, un verdadero canto a la creación artística. Como por ensueño se hizo presente el toreo en todo su esplendor. Comenzó la faena de muleta por ayudados lentísimos, y continuó con una tanda de derechazos hondos, sintiéndose torero por los cuatro costados; y sin solución de continuidad se cambió la franela a la izquierda y el natural brotó largo e inmenso. Hubo dos tandas más con la derecha, y un circular, y otro invertido, un compendio de técnica, oficio, temple y mando. El toro seguía embistiendo con dulzura, ayuno, quizá, de fiereza y codicia, como prefieren las figuras de hoy. Con la izquierda bajó el diapasón de la calidad, hubo menos ligazón, los pases resultaron despegados y la emoción no fue la misma. Unos preciosos recortes finales y un airoso molinete dieron paso a una estocada algo trasera, perdiendo la muleta en el encuentro. El toro tuvo una muerte espectacular y los tendidos se poblaron de pañuelos.
Y se armó gorda, muy gorda… El presidente, Francisco Teja, concedió la primera oreja, se guardó el pañuelo y se mantuvo en sus trece a pesar del griterío ensordecedor del respetable que no entendía tan drástica decisión. El Juli fue obligado a dar dos vueltas al ruedo y la bronca que se ganó el señor Teja fue de las que hacen época.
¿Y? Pues, que muy bien. El presidente consideró que la gran faena de El Juli no había sido perfecta, que no lo fue. Además, elevó el nivel de exigencia de esta plaza, que está por los suelos; y tercero, ¡viva la polémica! Ojalá cada tarde hubiera motivo para mentarle la familia a quien preside, porque sería la expresión de que esta fiesta está viva y no mortecina y lánguida. Ningún principio se hubiera conculcado si el torero pasea las dos orejas, pero La Maestranza es desde ayer más prestigiosa gracias a un presidente valiente.
Y llegó el cuarto, otro toro noble y dulzón que viene a corroborar una tarde de gloria. Lo toreó El Juli maravillosamente a la verónica, se quedó sin picar porque no le acompañan las fuerzas, permitió un lucido tercio de banderillas, y llegó al tercio final para que el torero coronara su gesta. Por bajo comenzó, henchido de elegancia, y el toreo con la derecha derrochó temple y ligazón; tanto, que algunos muletazos resultaron sencillamente extraordinarios. Otra vez la mano izquierda no fue buena, hasta que le cogió el aire y algunos naturales remontaron el vuelo. El toro tardó en morir, pero el presidente no lo dudó: sacó los dos pañuelos de manera casi simultánea para confirmar que premiaba el conjunto de una tarde completa. Pero, ¿fue de dos orejas esta segunda faena? Pues también admite dudas.
Muy bien “El Juli” con el capote, o mejor, extraordinariamente bien, tanto en el recibo como en el quite posterior a la verónica.
Bueno el toro, pero no tanto, pues para que durara hasta el final fue decisiva la técnica y la generosidad del torero, midiéndole el castigo, llevándole a media altura y con suavidad, “ayudándole” en definitiva a recorrer el último tramo de cada pase, necesario para conectar con tanta fuerza.
Pases bonitos y seguidos, templando y aguantando, circunstancia esta última referida sobre todo al valor. No permitió “El Juli” que el toro perdiera su velocidad, para mantener a su vez el ímpetu de la faena. Calidad toda por parte del torero.
La estocada, sin puntilla, aunque perdiendo la muleta en el embroque. El presidente sabrá porqué se guardó el segundo pañuelo. La bronca que se llevó fue monumental.
Y ya en el cuarto, versión corregida y aumentada del toreo mandón y poderoso de un “Juli” que esta vez sumó aroma y profundidad. Aquí, sí, el presidente demostró que también tiene sensibilidad al asomar los dos pañuelos de una vez, sin esperar a que la gente pidiera la segunda oreja.
Quedaba claro que una la concedía el público, con la plaza blanca por completo, y la otra el presidente Teja, por fin buen aficionado.
Faena ideal de principio a fin, que hizo irresistible la Puerta del Príncipe.
El Juli compensó la lluvia, que caía fuerte poniendo entre las cuerdas la celebración del festejo. No importó. En verdad no importó nada cuando Julián sorprendió así de primeras con un quite de lo más torero. En la antítesis del mero recurso, toreó el madrileño con el capote. Una belleza para paladear, como se hace con las cosas buenas que dejan sabor, poso, recuerdo y el ánimo de verlo repetido. Era el primero de la tarde. Ese que tiene la maldición de abrir plaza y pasar discreto. Acertó El Juli, colmado de torería, y le cuajó al noble y bravo animal la faena que se merecía.
Suavidad en el comienzo, eran puras caricias esos muletazos que prologaban el toreo rotundo, largo y a más que ejercitó por el derecho. Inspirado se cambiaba la muleta por detrás para rematar la tanda con un natural. Aquel célebre muletazo que le valió para reconquistar el corazón de Madrid. Y ahí mismo cayó entera y sin remilgos la afición de La Maestranza. Buen toro, gran torero. Lo bordó El Juli con la profundidad de lo verdadero. Embarcaba adelante el viaje, se lo pasaba por la barriga y buscaba encontrar en el más allá el fulgor del pase. Conquistó primero el pitón derecho, mas no se le resistió tampoco el zurdo, ni la seda para acabar faena. La labor de la armonía. Hundió la espada como un cañón, como un huracán bajo la lluvia. Se hundía también Sevilla, que había crujido en sonoros olés desde sus cimientos. La plaza se volvió blanca, con la Infanta Doña Elena incluida pidiendo trofeos a pesar de la lluvia sin tregua, de los paraguas, de lo difícil de los chubasqueros… Ardía Sevilla por premiar al torero. Su triunfo era de ley, así lo entendimos todos menos el presidente, que nada más concedió una oreja. Dos vueltas al ruedo tuvo que darse el madrileño ante la afición volcada, entregada, en medio de una bronca descomunal por haberle robado la segunda. No tenía sentido negar la evidencia, pero la tarde era de El Juli y sólo él tendría la última palabra.
Echó la pierna para adelante y sacó pecho para torear de capa al cuarto. Hasta la misma boca de riego lo llevó por verónicas, con duende la media. Presagio de lo bueno. Antes de ponerle el primer par de banderillas ya estaba Julián con la muleta en la mano y toreando al viento, como si no pudiera contener la ambición. Derecho se fue al público, para un brindis que sonaba a romance. Y se puso a torear. Valen las mayúsculas. Esta vez para coser los pases por abajo, diestros, enredado toro y torero. De abajo a más abajo el muletazo. Toro bueno, largo iba al engaño, noble y justiciero. Cómo lo expresó el espada. Roto de entrega, atacado de orgullo, inteligente en los toques, técnico para llevarlo y pasional para entregarse sin medida. Monumental en los derechazos, en el breve espacio que ocupa una moneda construía el toreo entero. Una tanda, otra, otra más y esos pases de pecho que tocaban la lluvia del cielo. Ni crisis ni penas, todas se olvidaron cuando Julián se enfrentaba al juicio final de la suerte suprema. Y ocurrió, como tarde histórica de las que dejan huella. Detrás de la espada se fue, se atracó de toro, y quiso el acero entrar hasta la bola, en la misma yema. Dos pañuelos blancos asomaron instantáneos como rendición a un 16 de abril que retumbará en su carrera. La Puerta del Príncipe a sus pies, agarrada con fuerza en la mano, despertada de una noche de sueños. Esta vez sí, la cruzó en hombros y en medio del clamor popular. Once años después de haberla cambiado al caer herido y camino de la enfermería. Hay tardes que no les cabe más que un nombre y la de ayer se llamaba Julián. Julián López «El Juli». Torerazo. Una nota: no paró de llover, pero nadie abandonó su asiento.
Esta Fiesta de pasiones, de pasión y muerte, se llevaba al torero a hombros camino del Guadalquivir. Menudo romance consumado.
Se abre el capote de Julián López “El Juli” y avanza silenciosamente su estela hacia el centro del ruedo para que en cada embestida del toro nazca una, dos y hasta seis verónicas inmaculadas guiadas por el mando y la pureza más absoluta. Cante hondo que se continúa en un soberbio quite por chicuelitas y tafalleras alternadas frente a los caballos. No se puede torear con más poderío y rotundidad, y es que El Juli ya no es un niño como nos quieren hacer ver, sino todo un profesional maduro que nada deja para el azar cuando lleva su firma y dirección en la lidia. De la brega al percal nos encontramos en un suspiro, nobleza obliga frente a semejante máquina de embestir. Comienza la faena muy toreramente por alto, le siguen unos cambios de mano invisibles y algún pase de pecho interminable, para dar paso definitivamente a cuatro series, dos con la diestra y otras tantas con la muleta en la mano izquierda de hasta cinco muletazos seguidos y ligados de manera sublime que hacen reventar la plaza. Su figura apolínea se agiganta milagrosamente hasta tocar el Giraldillo para recoger una y otra vez la palma del toreo. Las últimas notas llevan arrastradas los olés sordos de todos los tendidos que ven como su cuerpo ahora se enrosca en un circular inmenso como las líneas del tercio. De su brazo nace la estocada rotunda como la faena que silencian para siempre al toro en un derribo magistral como cuando se acosa a campo abierto. Maestranza blanca por abril, bañada por un mar de pañuelos agitados locamente al aire que vuelan y sobrevuelan el palco del Sr. Teja hoy empeñado en ser el protagonista. Se concede la oreja y se le niega la segunda que por justicia y gloria merecía el maestro. No importa, Julián se dice para si mismo: Lo siento Señor Teja, pero hoy yo vengo a triunfar, y vaya que si lo hizo.
Faenón consagratorio al cuarto de la tarde, de nombre “Botijillo”, otro toro más bravo, emocionante y exigente que su primero pero que con el paso del tiempo le daría la trascendencia y solidez a su faena ortodoxa, a la tarde y a la deuda del torero con Sevilla. Julián se supera e impone ley al inflexible colorao que reclama insistentemente de todo un poco: distancias, alturas, tiempos, velocidad, colocación…vamos, que había que ser un Superhombre en definitiva. “El Juli” si le sobra algo es inteligencia, decisión y superioridad ante la adversidad y actúa de inmediato. De recibo instrumenta cinco verónicas muy asentadas que remata con una media de cartel a lo Ruano Llopis. Se cambia el tercio y en el caballo cumple el toro sin alharacas, debemos esperar un poco más a que rompa toro de la mano de su matador. A continuación en banderillas se descuelga “Botijillo” más por la derecha que por la izquierda, Julián lo ve claro de nuevo y así lo hace desplegando una batería de derechazos acompasados, largos y hondos agrupados en tres series en redondo para más tarde cambiar por naturales y cerrar función con dos circulares inolvidables, troquelados allí mismo y ya para siempre por el mismísimo Benlliure. Estoconazo sin comentarios, sencillamente sublime como todo lo que hizo en aquella tarde que le valió para obtener dos orejas que unidas a la anterior le permitieron salir por derecho propio definitivamente por la Puerta más celestial de todas, la del Príncipe.
Estamos convencidos que en su vida ya nada volverá a ser lo mismo tras cruzar las cadenas de Carlos IV, le cambiará su vida y es muy probable que se sienta obligado a mantener y salvaguardar el paraíso del toreo hoy asentado también sobre su maestría. ¡Enhorabuena querido Julián, al fin!
Jose Antonio Del Moral
Aunque todos los que hemos visto triunfar rotundamente a El Juli en las ferias que lleva sumadas en la presente temporada estábamos seguros de que en la de Sevilla saldría al menos una vez por la Puerta del Príncipe, lo que no podíamos adivinar era que, más allá del arte que tanto adorna a otros, alcanzaría cotas de absoluta perfección con los dos toros de El Ventorrilo que le correspondieron ayer. El tópico de “no se puede torear mejor” quedó sobrepasado por el gran maestro madrileño que goza este año de lo que se ha dado en llamar “estado de gracia”. Aun admitiendo la suerte que está teniendo con los toros casi todas las tardes, es tal su capacidad de conjuntar la técnica con el valor y la inteligencia que sus obras no tienen parangón.
Fue cierto que sus dos toros de ayer fueron buenos aunque con tal o cual defecto de menor cuantía que resolvió sobre la marcha sin venderlo porque ni falta que le hace. Pero también lo fue que, tanto con el capote en los recibos por verónicas templadísimas ganando terreno y en el precioso quite que hizo al primero combinando chicuelinas con tafalleras, como luego en sus dos grandiosas faenas de muleta, pudimos gozar con el torero en total comunión con los espectadores de dos obras verdaderamente magistrales. Y no solo eso, pues a su exactitud técnica, añadió un gustarse a sí mismo como muy pocas veces le habíamos visto. Si El Juli se recreó toreando como los ángeles, más nos recreamos los que tuvimos la suerte de verle en vivo.
Fueron dos faenas redondas y contundentes de principio a fin que remató con sendas magníficas estocadas. Ambas construidas sin una sola concesión a la galería y compuestas por las suertes fundamentales del toreo de muleta. Al natural, sobre todo, que es el pase más aristocrático del toreo, lo bordó literalmente. Por redondos de crecida redondez, valga redundancia, hasta lograr coser varios en una sola tanda como si fueran uno solo. Los de pecho, monumentales. Y los cambios de mano, las trincheras y los ayudados, de una portentosa conjunción rayando con lo milagroso.
Lo remiso del primer toro, obligó a El Juli a tirar siempre de él en cada pase, algo que dio más valor a su faena. Lección que superó increíblemente con el cuarto, un toro que al principio protestó, defecto que pulió El Juli imperceptiblemente, hasta conseguir que el animal mejorara su condición a medida que fue avanzando el singular trasteo.
Como no podía ser menos, la plaza entera sucumbió entregada a las obras de El Juli que, además, tuvo que competir consigo mismo porque no tuvo contrincantes, o así lo pareció, quizá afectados sus colegas por la aplastante actuación del madrileño.
El Juli, por la Puerta del Príncipe
El Juli está en el mejor momento de su carrera en una espléndida etapa de madurez profesional. El triunfo de ayer se veía venir. Ya había estado extraordinario en Vistalegre tras haber sido el gran triunfador en las Fallas de Valencia. Ayer El Juli consiguió una de las pocas cosas que todavía le quedaban en el toreo: salir por la mítica Puerta del Príncipe. Salió con tres orejas en la mano, pero deberían haber sido cuatro pues, de un modo absurdo e incompresible, el Presidente le privó de una oreja del primero. Dio otra vez una lección de sabiduría taurina. Y no solo de sabiduría, también de pureza y de valor: su toreo siempre es asentado y por abajo.
Toreó muy bien con el capote a sus dos toros: tanto al suave y bonancible primero, como al más rebrincado cuarto. Además de un toreo mandón y comprometido a la verónica, brilló a gran altura un bonito quite por talaveranas al primero de la tarde. Estuvo magistral en los dos toros: el primero era un toro muy noble con el defecto de salir un poco con la cara arriba; el cuarto, sin embargo, fue mucho más exigente...
Toreó impecablemente a los dos, en dos faenas marca de la casa, llenas de rotundidad y autenticidad. Muy asentado y corriendo la mano por abajo, en series muy bien trazadas y con una perfecta ligazón. La faena al primero fue más fácil, teniendo en cuenta la gran nobleza del toro. El cuarto embestía con más agresividad, pero el Juli encauzó muy bien la embestida de este exigente toro. Destacó sobremanera una muy buena serie con la mano izquierda y un final apoteósico con la mano derecha, enroscando varios muletazos a la vez. Quizá fue una faena más suave y estética la primera, pero más meritoria la segunda, porque el toro imponía más... Otra gran virtud del Juli es su contundencia estoqueadora.
A este torero casi nunca se le van los triunfos. Y es que una de las obligaciones de una figura del toreo, además de cuajar a todos los toros que tengan posibilidades, es matarlos de una gran estocada para que el triunfo no se esfume. Dos estocadas de entrega, tanto al primero como al cuarto. Destaco esta estocada al cuarto por lo derecho que se fue tras la espada.
El Juli suma y sigue. Hacía muchos años que no se veía a un torero en una racha triunfal como esta de El Juli. Y ahora queda Madrid, donde siempre ha estado muy bien, aunque nunca se le ha hecho justicia. Pero, tal como está el Juli este año, seguramente que Madrid también se le va a rendir.
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