Las lágrimas también torean. Lágrimas de pena y rabia contenida que lanzan tela para acariciar, para exponer y para expresar.
Las lágrimas a veces se visten de negro y azabache y el reflejo de la luz les da ribetes blancos. Las lágrimas de un funeral a la americana, donde se ensalzan y magnifican las virtudes de un muerto, asesinado esta vez por independentistas y cómplices interesados que van de animalistas. Esa lágrima negra de reflejos blancos voló capote cual Morante, nada más llegar, a un Cuvillo primero que anunció la falta de raza de todos, el constante apego a toriles. Tres verónicas de lado izquierdo sutiles, como el recorrido de una lágrima en la mejilla. También usaba muleta la lágrima negra. También cual Morante, ora brillante y encajado al natural, ora arrebatado y grácil en derechazos a un toro para no fiarse. Sin embargo, usó la espada como para echarse a llorar.
Hay lágrimas que torean para exponer cuando toca. De negro luto y brillante oro vestían sus arrestos. Tocaba exponer frente a otro Cuvillo de escaso fondo, desconfiado mirar, recio arrancar y rabioso pero humillado retorno. Allí la batalla de un Juli atornillando pies gracias a los toques de brazo que fijaban al enemigo. Lágrimas de negro y oro que exponen con ciencia y paciencia, con ataque ante quien solo enseña defensa. Soltaba Juli para ver si limaba asperezas, apretaba abajo luego para rascar. Y nada. Hasta que decidió gozar donde casi nadie podría y ligar por abajo para instalar el calor y el furor con su espada poderosa.
Lágrimas de tabaco y oro frente a un tercero espeso y huidizo, otro Cuvillo traidor de guardada guadaña envuelta en papel de caramelo. Mojó Manzanares su muleta cuando no había viento; sería ungüento oloroso para fijar el morro a la bamba y atraer toro cual mágico imán. Movilidad huidiza y traicionera la del toro; sutileza y expresión en el torero, que al querer mandar y domeñar recibió el hachazo como respuesta. El bramido al unísono de la afición herida cuando crecía Manzana en el tercer derechazo majestuoso. Y su infalible espada triunfadora, empeñada en recibir para matar a un toro manso con los chiqueros al rabo. Cites sin respuesta, la búsqueda de lo imposible, de algo que nunca llegaría. Pero llegó. Medio se vino el Cuvillo para matar con tres cuartos de acero y toro rodado. La pasión con aditivo de furor.
Morante decidió llorar de pena con el rabioso cuarto, al que lidió sobre las piernas con torería añeja para no perpetrar pantomimas. Se enfadaron muchos, los que no entendían que hoy los cuvillos de Morante no eran materia de recreo, sino de renegada brega. Hundido por incomprendido, Morante terminaba su historia catalana a bordo de un barco a la deriva entre la gran bronca.
Hasta que llegó Juli. Un gallo de pelea para poner en orden al engallado quinto. Un tío de una pieza en negro luto y oro frente a un arisco funo que nunca cedió. Ni en los metros, ni en las angosturas, ni en la muleta rastrera, tampoco en la liviana. Ni siquiera al dejarla muerta y al morro, pues ahí el engallado toro se adormilaba avieso y en los muslos. Toma y daca, con más ajuste que nunca, con la frialdad de quien pensó: "Si hay que morir, que sea aquí y ahora". Y la hora verdadera de la muerte, donde Juli se entregó tras el acero como antes lo hizo con las telas. Tanta verdad y tan desnuda rompió a las 14.000 almas de corazón herido.
Fue el momento que reventó la tarde. La lágrima que torea para exponer fue el detonante. Luego llegó la lágrima expresiva de Manzanares y un coloradito de feble carácter y suaves inicios. Parecía el torito de clase cumbre que un día soñó Cuvillo. Solo lo pareció, y con eso fue bastante para que Morante se fuese a buscar el quite del perdón y mostrar la gran intención de su verónica lograda en la rotunda media. Y todos con los vellos de punta.
El coloradito y Manzanares en su lento caminar. Era la promesa constante de una embestida afianzada que nunca llegaba, la promesa constante de una faena bonita que no estallaba en pasión por el romo final de la embestida. Hasta que llegó el instante de un natural en superlenta, el otro chispazo en el cambio de mano, llama que prende mil fuegos, y dos llamaradas finales que queman símbolos nazionalistas y hermanan banderas rojas y amarillas. Y otra vez la espada que mata en embestida, en espera del torero magestuoso siempre. Era el epílogo feliz de una tarde sin final.
Eran dos orejas sobre un regalo de Morante y de Juan Pedro para el mundo. El toro de clase por fin saltó, un regalo en papel de regalo, un caramelo de almíbar para la verónica dormida, para fijar el vuelo de un percal en 14.000 retinas, para tornar en pasión la rabia, para unir toreros y taurinos. Lágrimas que ríen y se ponen a torear, o a banderillear con las palmas por bulerías a coro, con un Juli que a sus 28 ya remerora así tiempos mozos; un violín desafinado pero creativo de Manzana y un Morante por Pepote, en cortito y cuadrando en la misma cara. Era la fantasía de un entierro a la americana, triste fiesta con sonrisas.
Pero quedaba almíbar en el Juan Pedro y creatividad en el genio, que salpicaba el obituario con gracias por doquier, el desgarro de ayudado, la caricia al natural, el arrebato en un farol de claro riesgo y sello en el molinete que también selló don Juan Belmonte.
Era la vida eterna del muerto, las lágrimas que se pusieron a torear. ¡Ay las lágrimas de pena cuando torean, que mueven montañas y pueblos, que ciegan videntes y dan luz a los ciegos! ¡Ay del toreo sin normas ni axiomas! ¡Ay qué fiesta tan rota la del toro, que sueña futuro en un entierro! ¡Ay de aquéllos pobres brutos que nos han llevado a vivir algo así! ¡Ay que pena más grande, que mañana mismo ya nada de tamaña belleza aquí se podrá crear! ¡Ay que el toreo se une en procesión de héroes queridos y nos los quieren matar! Pero, ante todo, hay un canto de libertad que nadie podrá callar.
Ficha del festejo
Plaza de toros de Barcelona. Lleno con algunos claros, en tarde apacible de cielo gris. Seis toros de Núñez del Cuvillo, correctos de trapío y de baja raza, con marcadas querencias a toriles todos y desclasadas embestidas en distintos grados. Toros de caras sueltas por norma general, nada agradecidos al buen trato y de nula entrega, excepto el suave y sin finales corrido en sexto lugar. El séptimo, regalado por Morante, fue un sobrero de Juan Pedro Domecq, de excepcional clase y con las fuerzas justas.
Morante (negro y azabache con remates blancos): silencio, bronca y dos orejas en el de regalo.
El Juli (negro y oro): dos orejas y oreja con petición de otra.
José María Manzanares (tabaco y oro): dos orejas y dos orejas.
Destacó la cuadrilla de Manzanares, que saludó en sus dos tercios de banderillas.
barcelona_24sept por burladero_es
!Viva la Fiesta Nacional!
Domingo Delgado de la Cámara
Vaya por delante una declaración de intenciones: Yo he venido a Barcelona para ver las dos últimas corridas de la temporada 2011. No he venido para asistir al cierre de la Monumental, ya que espero que no llegue a suceder. Unos politicastros, ciegos de odio a España y a todo lo que representa, no pueden acabar con la tradición taurina de Barcelona, una tradición más que centenaria. Y si de vez en cuando se dan corridas como la de ayer, con la Fiesta no hay quien pueda. Así que espero que en los próximos meses las cosas cambien y se de un golpe de timón. No se puede consentir el atropello a su libertad que están sufriendo los aficionados catalanes. Como durante la corrida de ayer se gritaba en la plaza, Cataluña es taurina y esperamos que siga siéndolo…
Y vayamos a la corrida de ayer, sin duda la mejor del año y de muchísimos años. Los toros fueron de Núñez del Cuvillo, bien presentados. Tres y tres: tres toros buenos y tres no tan buenos. Cayeron equitativamente uno de cada en los tres lotes.
José Mari Manzanares se encontró en primer lugar con un toro muy manso y abanto que se rebotó de los caballos. Juan José Trujillo expuso mucho en dos pares de gran mérito. No es lo mismo clavar los palitroques a una babosa que a un toro que aprieta hacia los adentros. Trujillo expuso mucho, se asomó al balcón y clavó dos grandes pares. La faena comenzó con dos buenas series de Manzanares con la mano derecha, algo rápidas, pero hay que tener en cuenta que el toro embestía con todo.
Cuando Manzanares se echó la muleta a la mano izquierda, el toro el toro un atragantón y la faena se vino abajo. Quiso volver a la diestra, pero el toro ya no quiso embestir más. Se empeñó en matar recibiendo en toriles, y la estocada quedó muy defectuosa, contraria y tendida. Siempre digo que las estocadas recibiendo deben reservarse para los grandes toros, y no propinarlas a toros que no las merecen. Se devalúa una suerte muy bella y muy expuesta, por lo que el riesgo es excesivo. Las dos orejas que se le concedieron fueron a todas luces exageradas. Una hubiera estado bien. Con su segundo Manzanares estuvo mucho mejor. El toro era un precioso colorao con mucha clase, pero con la fuerza justa. Con algo más de potencia, el toro hubiera sido excelente. Fue muy paciente Manzanares con él: no lo acosó, no lo atacó y le dio tiempo, midiendo mucho las alturas y los espacios. Basó la faena alternativamente en las dos manos. Destacó una grandiosa serie con la mano derecha llena de mando, de cadencia y de temple. Como Talavante es el rey de la mano izquierda, Manzanares lo es de la mano derecha.
La estocada recibiendo fue, esta vez sí, impecable, impresionante, irreprochable. Se viene diciendo que la suerte de matar carece de importancia. Pero no es verdad. La suerte de matar es la suerte suprema. La grandiosa estocada de Manzanares a su segundo lo demostró, y marcó la diferencia entre una oreja y las dos. Manzanares con la espada suele ser inapelable, lo que constituye uno de los secretos de sus triunfos y sus éxitos.
El Juli dio ayer una lección magistral. Una más, una de tantas. El Juli nunca decepciona. Seguramente hay toreros que torean más bonito, pero nadie con tanto poder y tanta autenticidad como El Juli. Su primero fue un buen toro, y fue exprimido cabalmente con series largas y mandonas, de muleta arrastrada y trazo amplio. Dos orejas indiscutidas. Pero lo de su segundo toro fue aun más importante.
Ese segundo toro del Juli, quinto de la tarde, tuvo mucho que torear. Un toro que se lo pensaba cuando metía la cara, y que se quedaba cortito y embestía violento. Un toro muy exigente que muy pocos serían capaces de cuajar. El Juli lo cuajó con su monumental valor y su perfecta técnica. Cuando el toro dudaba, el Juli aguantaba. Cuando el toro se lo pensaba, el Juli daba el toque preciso. Y así el toro siempre fue adelante, aunque no quería. La faena fue a más y el toreo con la zurda fue extraordinario.
Tras una estocada de mucha exposición porque el toro echó la cara arriba, el Presidente negó la segunda oreja. Absurda decisión pues la faena del Juli a su segundo fue mucho mejor que la que hizo a su primer toro, al que cortó las dos orejas. El Juli estuvo como es él: macizo, completo, absoluto. Es posible que se hable más de otros, pero quien manda en el toreo es Julián López, y desde hace años.
Con Morante de la Puebla hubo de todo. Le salió en primer lugar un toro de calidad y buen estilo al que no entendió. Faena muy espesa, sin cadencia ni ligazón. Y con el cuarto toro es la vez que peor he visto a Morante. Nunca lo había visto tan desbordado, tan mal. El toro era un manso muy abanto y tenía poder. Se le cambió el tercio con dos picotacitos, cuando habría que haberlo pegado en el caballo para poder torearlo después. Morante no lo hizo y luego lo lamentó.
En un quite por chicuelinas, muy movidas, se dio cuenta Morante de que el toro probaba mucho y se quedaba muy corto. La faena fue un auténtico descalzaperros, con un torero a la deriva totalmente desconfiado. Nunca había visto a Morante así. Siempre, aun siendo un artista genial, había tenido el oficio que le permite no verse aperreado por los toros. Ayer estuvo aperreado por este toro.
La bronca que escuchó tras finiquitarlo de mala manera, fue de las que hacen época. Hacía años que no veía una bronca tan seria en una plaza de toros. Pero con estos toreros artistas nunca se sabe. Las cañas se tornaron lanzas. En un quite al sexto de Manzanares brilló una media verónica de auténtico cartel y, después, pidió el sobrero…
El sobrero era un torito de Juan Pedro Domecq tan noble como justo de fuerzas. Lo toreó Morante de modo extraordinario con el capote, tanto en el recibo como en un gran quite. Brilló en todo su esplendor el toreo a la verónica.
El tercio de banderillas lo compartieron los tres diestros, aunque con más voluntad que acierto. Solo mereció la pena el par de Morante, cuya faena fue un compendio de inspiración. En otras manos más bruscas un toro tan noble y de tan poca raza se hubiera venido abajo. Pero Morante fue capaz de construir una preciosa faena que combinó admirablemente, tanto la profundidad del toreo al natural, como los adornos y el inspirado repertorio de Morante. Dio un afarolado con la derecha que pareció sacado de una página de “La Lidia”, como una foto de Rafael el Gallo. Bonitos molinetes y molinetes invertidos.
Después de una estocada corta, le fueron concedidas las dos orejas y aquello fue el acabose: toda la plaza se echó al ruedo para sacar en hombros a los toreros. No se trataba de la clásica apoteosis prefabricada en que unos costaleros, profesionales y pagados, sacan en hombros a los toreros ante la indiferencia del público. Era de verdad. La plaza entera se echó al ruedo a sacar en hombros a los triunfadores de la tarde…
Y mientras veía este espectáculo, yo pensaba: ¡Qué pena que la corrida no hubiera sido televisada! Hubiera sido un enorme favor para la Fiesta de los toros y para el toreo en Cataluña. Estas cosas deben ser vistas por Televisión. Pero no en la pequeña pantalla de un canal de pago, no. Me refiero a la pequeña pantalla de las grandes televisiones públicas al servicio de todos los ciudadanos. No se puede privar a los españoles de apoteosis como la de ayer en el grandioso espectáculo de una corrida de toros.
Pese a quien pese, duela a quien duela, la fiesta seguirá a pesar de los deseos de todos esos mezquinos enanos mentales que quieren acabar con ella. No podrán. Estoy seguro.
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¿Cómo puede morir este arte?
Andrés Amorós
Inolvidable resulta la penúltima corrida de la Monumental. Por las calles de Barcelona se llevan a hombros a Morante, El Juli y Manzanares. El público sale borracho de arte: ¿cómo se lo pueden perder, desde pasado mañana? Magritte hubiera dicho: «Esto no es una corrida de toros». En principio, no es una corrida sino un funeral de «cuerpo presente» (como el de Ignacio que cantó Lorca), un réquiem por la Fiesta. Asistimos con un nudo en la garganta: gritos de «¡libertad!», banderas, pancartas con artículos de la Constitución… Luego, además, resulta una corrida verdaderamente extraordinaria.
El Juli ha tenido una tarde redonda, completa. En el segundo, el más noble, aplica su receta infalible: técnica, reposo, mando, lucidez. Mete al toro en el engaño, consigue muletazos que ponen al público de pie, se adorna para mostrar su absoluto dominio. Mata con decisión: dos orejas.
El quinto es más incierto. Por eso, el trasteo, menos brillante, tiene más mérito: después de dominarlo por bajo, aguanta parones, alarga las embestidas, arranca series de naturales que parecían imposibles. Faena de gran lidiador, que, además, piensa delante del toro y tiene casta. Otro estoconazo: oreja y le piden la segunda, que no sé por qué no se concede. En el tercero, Trujillo, muy valiente, saluda en banderillas. En la muleta, va largo, se mueve . Los derechazos de Manzanares, acompañando con el cuerpo, levantan clamores. Por la izquierda, le pone los pitones en la cara. Lo encela, aguanta y, al tercer muletazo de cada serie, acompaña la embestida con gran cadencia. Se empeña en recibir y lo consigue: dos orejas (la segunda, algo benévola).
En el último, saluda esta vez Curro Javier en banderillas. José María lo brinda al público, corre la mano con enorme facilidad. Compone la figura majestuosamente, sin amaneramientos; engarza tres muletazos en uno solo, llevándolo cosido a la tela. Se atraca al matar recibiendo: otras dos orejas.
Morante tiene menos fortuna en el sorteo. Sin probaturas, recibe al primero con hermosas verónicas. Es un toro encastado, con genio. Se dobla bien José Antonio, aguanta en derechazos y naturales pero, como no logra someterlo, corta: trasteo clásico, con sabor. No se entrega al matar.
El cuarto es pegajoso, huido, se queda corto, no se entrega en el capote. Morante se lo enrosca en chicuelinas arrebatadas. Faena de castigo, a la antigua usanza, pero el público actual no sabe ver eso. Se aflige al matar, se eterniza con el descabello y lo abroncan. En el sexto, dibuja el quite del perdón: una media, prodigiosa, parece quedarse colgada, en el aire… Pide el sobrero, de Juan Pedro, bravito, justo de fuerza. Las verónicas de recibo son literalmente extraordinarias; buenas, también, las del quite. En el escalafón actual, nadie maneja así el capote. El público toca palmas por bulerías. Banderillean los tres matadores. Luego, José Antonio parece dormirse, al muletear: no cabe más naturalidad, más suavidad, más temple. Concluye con naturales de frente, afarolados, adornos… La gente, enloquecida, no se ha sentado. Mata con eficacia y acompaña a sus compañeros en la triunfal salida a hombros. Antes del final, hemos saboreado el arte auténtico. A punto de marchitarse una rosa, «deja el agua olorosa, / rosada, que más vale» (don Sem Tob). Todos estamos borrachos de belleza, de emoción.
El arte —decía Valle-Inclán— no se acaba nunca porque nos ayuda a pasar el invierno. Por culpa de los políticos que ellos, mayoritariamente, han votado, los catalanes se quedan a la intemperie. Les queda — a ellos y a todos los que hemos tenido la fortuna de vivir esta tarde— el recuerdo.
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Psicodrama en La Monumental
Ignacio Camacho
El último mito sociológico de la lidia, José Tomás, con su leyenda tremendista e introvertida a cuestas, oficiará esta tarde en Barcelona el funeral de la fiesta en toros en Cataluña. En un ambiente de alta tensión emotiva y con un trasfondo de crispado debate político, la Monumental acoge la que probablemente será su última corrida salvo una improbable prórroga de última hora sujeta a la negociación de los presupuestos de la autonomía.
Sentimentalismo e historicidad
La cuenta atrás que comenzó en julio de 2010, con la aprobación parlamentaria de la prohibición de festejos taurinos en territorio catalán, termina hoy en medio de una expectante mezcla de sentimentalismo e historicidad. Con el lleno garantizado, entradas en la reventa a precios estratosféricos y el morbo que proporciona la atmósfera terminal de la cita, el coso de la esquina de la Gran Vía y el Carrer de la Marina se va a convertir en el escenario de una ceremonia de enorme trascendencia cultural y social. La de la primera abolición parcial del espectáculo más característico de la simbología española.
Es precisamente este rasgo idiosincrático el que está en el origen de la formidable controversia que la prohibición ha despertado dentro y fuera de España. La vieja polémica nacional en torno a la fiesta de toros, tan antigua como la fiesta misma, se cobra hoy en Cataluña la primera victoria del bando abolicionista. Un triunfo que no habría podido producirse sin la entrada en escena del factor político que ha acabado decantando el debate.
La aprobación del veto a las corridas salió adelante gracias a la pujanza transversal de una corriente de nacionalismo identitario que, más allá de los argumentos ecologistas, estéticos, intelectuales o animalistas, ha hecho prevalecer un criterio ideológico: el que considera la lidia como un símbolo de integración cultural española rechazado por el soberanismo catalanista. El toro —y el torero— como sinécdoque de la españolidad, cuya expulsión representa un triunfo del imaginario de afirmación excluyente propio de la mentalidad nacionalista.
Esa tensión de fondo entre dos modelos de convivencia late en torno a la corrida de esta tarde y le otorga la dimensión emblemática de un cierto conflicto civil, vinculado a otras tensiones sociales como las de la lengua, el desarrollo de las instituciones autonómicas o incluso el propio anclaje de Cataluña en la estructura política del Estado español. Más al fondo aún del debate identitario, intrínsecamente mezclado para la ocasión con la tradición antitaurina, se atisba también la inquietante presencia de un cierto modelo de ingeniería social que desde un sedicente progresismo posmoderno ha resucitado el método prohibicionista con la consiguiente rebelión de amplios sectores sociales —no necesariamente protaurinos— disconformes con esta expresión de dominancia.
Afición condenada al «exilio»
Todo eso, más la indudable repercusión que la medida suscita en la opinión pública internacional, ha rodeado la última corrida de Barcelona de un clima emocional eléctrico. La presencia de José Tomás, figura atormentada de gran intensidad carismática, y del torero catalán Serafín Marín —acompañados en la terna por Juan Mora— refuerza una escenografía sentimental de enorme potencia simbólica que ha superado la languideciente afición taurófila de Cataluña, ahora condenada a la experiencia melancólica del exilio a Francia, a Zaragoza o a otras comunidades cercanas.
Porque la prohibición ha prosperado también en parte debido al declive del vigor social de la fiesta en la comunidad catalana, que ha provocado un lento goteo de cierres de plazas y la progresiva decadencia de la propia Monumental, cada vez menos concurrida y más desafectada de aficionados. Sólo Tomás la había llenado repetidamente en los últimos años gracias a su poder de convocatoria como fenómeno de masas. En el ambiente taurino despierta suspicacias la relativa pasividad de los empresarios del coso, que serán indemnizados con una cifra probablemente superior a sus razonables expectativas comerciales de los próximos años.
Sin embargo, la morbosa expectativa de postrimerías ha generado un clamoroso interés en torno a la corrida de hoy, cuyo carácter de acontecimiento singular no escapa a nadie. Los propios diestros parecen conscientes de esa dimensión alegórica, y más que ninguno un José Tomás especialmente proclive a la sensibilidad ambiental y que en los últimos tiempos ha hecho de Barcelona un punto de especial entrega emotiva.
Si en la primera corrida que se celebró en la Monumental después de votarse la prohibición, en agosto del pasado año, el público barcelonés forzó el indulto de un toro como metáfora de la grandeza de la fiesta, esta tarde la afición va a escenificar una tragedia autocompasiva. La cita de hoy viene, pues, cargada de connotaciones especiales que van desde la protesta política al aire lúgubre de una despedida. Un clima sombrío de liturgia funeraria, una terapia de exorcismo coral, un psicodrama colectivo con ribetes mitad reivindicativos, mitad expiatorios. Y el marchamo de una fecha histórica: la de la primera derrota legal en tres siglos de la más clásica seña de identidad cultural española.
domingo, 25 de setembro de 2011
terça-feira, 20 de setembro de 2011
FESTA RIBATEJANA NA EREIRA
A Convite do meu Amigo Vitor Teixeira (Teixeirinha) rumei no sábado, 10 de Setembro, até Ereira, Concelho do Cartaxo, afim de participar com uma ou duas poesias na noite de Fados que decorreu com a presença dos Marialvas e ainda Carlos Santos "Macho". Tive o prazer de conhecer a Filipa Maltieiro, jovem fadista do Cartaxo e de me reencontrar com o Manuel Severiano Mira e muitos outros amigos. Mas a noite foi atribulada já que, ao chegar ao carro, as duas rodas da frente estavam totalmente vazias. Depois de um nobre e longo contributo de um amigo da Ereira, o ar dado, através de um compressor, apenas deu para chegar á entrada do Cartaxo. Accionada a assistência em viagem vim a saber que os pneus tinham sido furados por malvadez.... Porquê? Pergunto eu...
TOIRADA EM SOBRAL DE MONTE AGRAÇO
Domingo, 11 de Setembro. Na memória o décimo aniversário do ataque ás Torres de Nova Iorque. Sem carro, e combinado com o Ricardo Lucas, gozando uns breves dias de férias em Portugal com a sua esposa Ana, e agradecendo o simpático gesto de empréstimo do veiculo por parte de sua Mãe, lá fui, fomos, até Sobral de Monte Agraço. da corrida ficam aí os videos.... Mas do jantar é impossivel descrevê-lo. Simplesmente magnifico, com um ambiente fantástico. Ao meu lado jantou o Manuel Petisca e o Ricardo Lucas.
NAZARÉ, AMADORES DA CHAMUSCA CONQUISTAM PRÉMIO E REENCONTRO COM RAFAEL MARCELINO E SUA ESPOSA
Embora transmitida pela TV, fiz questão de estar presente e ver, ao vivo, o tira-teimas do dia 20 de Agosto quando um inédito empate técnico, provocou a "repetição" do Concurso de Pegas na Praça de Toiros do Sitio da Nazaré.
Depois de no dia 20 termos, quase, a certeza de qual a melhor pega, a do Igor Rabita, eis que desta feita o Grupo de Forcados Amadores da Chamusca, através da pega do Nuno Luis (Nuninho), venceu com todo o mérito e justiça. Antes porém, jantei no Cantinho com o Amigo Rafael Marcelino e Esposa, que também foram aos toiros.
Depois de no dia 20 termos, quase, a certeza de qual a melhor pega, a do Igor Rabita, eis que desta feita o Grupo de Forcados Amadores da Chamusca, através da pega do Nuno Luis (Nuninho), venceu com todo o mérito e justiça. Antes porém, jantei no Cantinho com o Amigo Rafael Marcelino e Esposa, que também foram aos toiros.
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